Texto surgido de la nota "A los femicidas los cuida la policía" https://www.facebook.com/notes/renegados-con-fiaca/a-los-femicidas-los-cuida-la-policia-y-la-justici a-/899575056795181

Somos una especie enferma de sociedad y la única manera de sanar es la individualidad colectiva donde los derechos de las personas se amparan en la conciencia de las mismas y no en la legalidad que nos decide siempre diferenciando, segregando, asesinando. Sin embargo la enfermedad es avanzada y es todo tan difícil. ¿Es difícil? Es que ninguna institución cuida de nadie, o solo de quienes las amparan, las inventan y las promueven. Peor es que, no cuidando, reproducen y sistematizan la proliferación de injusticias. La Ley ha sido creada para que se permita la burocratización de un veredicto, la imposibilidad de decidir como comunidad qué es lo permitido y lo que no (es decir, la incompetencia ética de quienes habitamos estos territorios regidos por gentuza muy caradura), la victimización insoluble, la culpabilización irrefutable. Es una tristeza que se nos prohíba la decisión de actuar y se castigue la acción de decidir en esta absurda maraña de contratos que firmamos sin saber por qué (o sabiendo, pero no pudiendo hacer nada al respecto si estamos en desacuerdo), con el solo hecho de nacer ¿Nada podemos hacer? Nada legal. Y con la infantil respuesta que te dan quienes educan en las escuelitas zombificadoras, se te dice "si no le gusta, se va" ¿Por qué? Nacimos y conocimos gente donde nos enseñaron a vivir de una manera con la que nos dimos cuenta no estamos de acuerdo. Mi nacimiento en un territorio no debiera significar una condena, no debiera negarme la posibilidad de cuestionar y modificar la manera de desenvolverme en ese territorio, no debiera obligarme a la conformidad de un voto por una persona que votará, supuestamente, por leyes que puedan mejorar mi condición de vida.
Ahora leo esta nota y me horroriza ver cómo la desprotección se hace evidente, cómo "lo que" (quien) no sirve es desechada, olvidada, no tomada en cuenta, sin importar su participación o no en esa legalidad. Me sorprende leer que una persona que trabajaba y luchaba por modificaciones del sistema dentro de esa legalidad, con una participación activa en la misma, haya tenido la misma "suerte" que las "demás" mujeres. Para mí no es una distinción válida, cada una no es un número más ni tampoco un número menos, cada una tiene su nombre y habitaba realidades diferentes y las consecuencias de la violencia que sufrieron se manifiestan en sus diferentes entornos; lo que me sorprende, o quizás no tanto, en realidad nada, es lo traicionera que es la institucionalidad, que no permitiría que ocurrieran violencias hacia las personas que participan en ella para perpetuar la corrupción y sí para quienes desean modificarla. Y la solución se opaca porque no sabemos cómo validar las conciencias sin amparo de la sistematicidad turbia del poder. O sí sabemos, pero "al poder" (a quienes lo encarnan) no le pinta porque perdería de su masa vacía y disminuirse es peligrar, peligrar desaparecer, miedo poder violencia mujer. Nos exigen, para construir la vida no definida (pero sí de pensamiento y acción cotidiana), la guerra, que sin muertes no hay victoria... la suciedad ansiosa se mueve por las mareas del mar del vértigo, la vitalidad se transmite a paso lento ¿llegará el momento de la rabia donde el cohete legal escape con la cola entre las piernas a la estrella que los disuelva? ¿lograremos entender y compartir plenamente la idea de una construcción donde la dependencia es una opción abierta y conscientemente multidireccional que se vive en conjunto y no una realidá que castiga la diferencia? Por ahora, siento que si respiro no es sólo por cobardía, sino por la intuición certera de que sestá construyendo a paso gigante y sutil (pero visible) una posibilidad de vivir cuestionando y accionando en la cotidianeidad y no en la abstracción de una estructura. Si hablo es porque he tenido la suerte de irme construyendo en la incomodidad, y que gracias a las desgracias que vivo por ello he tenido la alegría de encontrarme con personas que viven e invitan a vivir en una lucha constante contra toda manifestación de violencia, he aprendido a cuestionarme, acción que no venía incluida en el paquete de mi inconformismo (que se desarrollaba pobremente en un "hago lo que quiero y que se pudran los demás", que es una manera elegantemente crota de ser una cifra más) y que me otorga la satisfacción de saberme en constante análisis y cambio de mí y mi entorno. Es difícil y agobiante porque veo mis propias cagadas y la lógicabsurda con que las he naturalizado, también porque la acción no es convencer a nadie de "una" verdad, sino posibilitar la reflexión de nuestras acciones, siendo la reflexividad, en este sistema, condenada a cargar la cruz de la incomprensión y del equívoco. Pero más vale vivir la dificultad de intentar construir realidades diferentes que el cansancio monótono de la sonrisa vacía. Con enojo y dolor redacto estas palabras tardías para un presente de sangre impune, pero quizás tempranas y básicas para un futuro donde el pensamiento sea libre de actuar.