Hace muchos años, Dios, aburrido, decide ascender al Cielo a un ateo. En parte para entretenerse, en parte para mostrar su autoridad, y en parte para zanjar de una vez por todas su divina existencia.
Cuando lo tiene frente a frente, nota que el hombre está sereno y callado, y magnánimo le pregunta: "Amigo, debes estar cuestionándote muchas cosas. Puedes preguntarme lo que desees".
El hombre, con respeto, le dice: "Dios, siempre me han explicado que Tú eres todo poderoso. Y siendo ateo, simplemente con verte aquí, no me alcanza para comprobar tu omnipotencia. ¿Podrías crear una perfecta esfera negra de 10 cms. de diámetro y liviana como una pluma, que sea indestructible?
Intentando disimular su enojo ante tantos ángeles y almas puras ascendidas, Dios simplemente abre su mano, y le extiende al hombre lo que él pidió.
El hombre, rechazando el ofrecimiento con su cabeza, habla nuevamente: "Dios, no necesito tomar la esfera. No tengo ninguna posibilidad de comprobar si cumple las condiciones que te he pedido. Podrías hacerme el favor de intentar destruirla?".
Dios ya a esa altura, está francamente iracundo, y cuando se dispone a destruir la esfera y terminar con toda la farsa, escucha el murmullo sordo y preocupado de toda su corte. Y se da cuenta de su situación: si destruye la esfera, significaría que no logró hacerla indestructible, pero si no la destruye, Él no sería omnipotente.
Al sentirse engañado, estafado y humillado, lanza un grito aterrador, mientras un extraño rayo lo vaporiza en pocos segundos.
Es entonces cuando Friedrich, dirigiéndose a la multitud, tranquiliza a todos, con tan solo 3 palabras: "Dios ha muerto". |