Bob
- Bob, nos informan desde el Capitolio que deben abortar la misión
Robert Hardy, no lo podía entender. Se había infiltrado tras las líneas enemigas, cumpliendo órdenes secretas del mismo Congreso de los Estados Unidos.
Como jefe del escuadrón 135 de infantería de Visconsin, se encontraban a escasos metros del Kremlin. Habían avanzado disimulados como turistas que hacían el tradicional paseo en barco por el rio Moscova, que los acercaba a unos cien metros del amurallado objetivo.
-No lo puedo creer.- se lo oyó balbucear.
Un prestigioso diario de actualidad había filtrado la información y ya era portada de todos los periódicos del mundo. Mostraban a un ridículo grupo de supuestos kosakos caminando por la Plaza Roja de Moscú, con atuendos que atrasaban unos 40 años, que se repetían en los alrededores de la sede del gobierno ruso.
Con el estilo que nos tienen acostumbrados los tiempos modernos, comenzaron a desfilar por las redes sociales una catarata de memes con las más ridículas y a la vez originales imágenes y frases.
Este grupo de elite estaba formado por veteranos de la guerra en Vietnam, algo añosos por cierto.
-General
-¿Cuántas veces te dije que no me llames así?
-Anatole Molotov, ¿qué vamos a hacer?.
-Por lo pronto, parece que nos descubrieron, tenemos que tomar la píldora.
-¿La de cianuro?
-No, la de la presión, con estos acontecimientos ya se nos habrá ido por las nubes.
Otrora expertos en la lucha cuerpo a cuerpo, estos ochos ex-marines más parecidos a un tour de jubilados que a los grupos de elite que asolaban a los vietcong, ya se habían olvidado del protocolo establecido en caso de ser descubiertos.
-Debemos acudir al punto de reencuentro. Ahí nos recogerá un helicóptero.
-¿Dónde queda?¿qué helicóptero?
Bob no podía distinguir la realidad de la ficción, y la confundía con las películas de Rambo, con las que se habían entrenado en los Estados Unidos.
-El contacto tiene que ser Adrianne
-No general, eso es de Rocky.
-¿Rasputín?
-¡No!, en todo caso Putin, pero eso era parte de la misión.
Las tardes en Moscú en octubre no son para nada agradables.
Poca gente por las calles, algunos curiosos turistas y un vertiginoso tránsito por la calle que rodeaba al Kremlin. Un dato que les llamó la atención fue la poca o nula presencia policial o militar.
Habían repasado una y otra vez los planes.
-¿Qué fue lo que nos pasó?
Desde la embajada de los Estados Unidos en Moscú, negaban la existencia de los intrusos. Desde un club de jubilados de Millwaukee informaron que se trataba de un grupo de sus miembros de turismo por las calles moscovitas.
El diario local Pradva anunciaba las tradicionales galas del teatro Bolshoi, en esta oportunidad se trataba de la opera La Traviata, de Giuseppe Verdi; de los intrusos, la tercera guerra mundial o una hecatombe mundial, nada se decía.
-Repito, ¡aborten la misión!
Habían pasado ya dos horas y no habían contestado a Washington.
La broma se les había ido de las manos. La idea había sido de Jeff Gordon, su gran amigo de correrías de la juventud.
Fue él que desde su celular de su casa les había mandado los mensajes.
En el otro lado del mundo, un puñado de sus correligionarios no se resignaba a dejar el campo de tareas, era la primera vez en años que se habían acordado de ellos; no los podían defraudar.
Imaginaban su regreso triunfal cual astronautas, recorriendo en un Cadillac descapotado las calles de Nueva York, como un reconocimiento que nunca tuvieron desde su regreso de Vietnam.
Mientras discutían los pasos a seguir, apareció a lo lejos la comitiva que trasladaba al presidente Putin, desde el Kremlin hacia la Plaza Roja. Encabezaba la caravana de motociclistas seguido de la limusina que conducía al mandatario.
Algo apesadumbrados, el grupo caminaba por la vereda casi lindante con el murallón. En un momento se detiene la comitiva que conducía al presidente , baja el vidrio polarizado de la limusina y ordena a su custodia que se acerquen a los ancianos.
Bajó el presidente con una cámara de fotos con la extensión para tomas panorámicas les pidió a los extraños hombres, que posen para una selfie.
-Bob-, llamo en perfecto inglés al líder. -No es más que una foto-.
Todos los demás miraban a su líder, en espera de una orden.
-Soldados- Gritó Molotov, es el triunfo de nuestra misión. Sonrisas por doquier y una imagen que cautivó a millones de habitantes en todo el mundo.
Se subieron todos a la limusina y recorrieron una ciudad bella, armoniosa y elegante. El fin de la velada fue en el mismísimo teatro Bolshoi, como invitados de honor..
Al día siguiente fueron agasajados desfilando con un Cadiilac descapotado por la Plaza Roja de Moscú,
Habían alcanzado su sueño, pero a miles de kilómetros de distancia.
Fueron condecorados con la orden de la amistad de los pueblos; distinción que se les brinda por los méritos en el esfuerzo por fortalecer la amistad y la cooperación entre los países. Y por representar con sus atuendos el sentimiento del pueblo y su tradición.
A Bob le llegó un último mensaje: ¡Aborten la misión!, fue el preciso momento en que apagó su teléfono.
OTREBLA
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