Yo tengo un amigo,
un marinero de las comarcas
de la Niña, la Pinta y la Santa María,
un guapo trovador,
un soñador altivo
y sus letras son talladas al calor del alba.

Él es un espartano de la palabra
que, para el regocijo de mi alma,
Es una caricia en la distancia;
él se viste con modesta soberbia
e ilumina con su presencia cada lugar que anda.

Mi poeta frustrado,
mi artista del arte,
que hace de su pincel
una manifestación de amor en el aire.

Dulce y querido amigo
ven a beber conmigo
la lluvia de este domingo,
ameno cariño es el que te tengo
que se engrandece en la intensidad
de tus deseos dormidos.

Sonrisa la tuya
que hace sonrojar hasta la luna,
amplia y morena
que me ha dejado patoò la vida tumbada
y llevas una fuerza ancestral en tu mirada.

Mi genio,
mi incondicional marinero
por vos deshojaré cada verso
en la promulgación de un te quiero.

Él conoce de mis penas,
recibe entre sus brazos
la nostalgia que me atraviesa entera;
él tiene una expresión amena
que lo hace ancho y resalta su nobleza.

Él pertenece a la descendencia del Dios Zeus,
su caligrafía es una orfandad a la simetría,
y su corazón es un león rugiendo
desde el centro de su interior desértico.

Alma que os habitaba en el devenir de una pena,
la renuncia del pasado
y la revelación que nos demanda el dolor
en la miseria.

Lánguida reflexión
que me redime ante tu presencia
y me absuelve de la maldad mundana,
para otorgarle una razón de ser
al sacrificio de la peregrinación
que ha hecho mi esencia hasta tu morada.