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-Oiga maestro… ¿no necesitarán a alguien para que eche una mano por unas monedas?- preguntó Serafín algo avergonzado.

-No, pero alguien para que limpie el W.C. si nos hace falta urgente- respondió un obrero de la construcción que se realizaba en medio de la avenida principal del barrio. Los otros tres obreros que estaban escuchando estallaron en una risotada monumental.

-Lo que sea me vendrá bien- asumió con entereza Serafín.

-Estos Negros no le hacen asco a nada. Que es broma amigo, si aquí a los negros los tratamos muy bien, no vaya a ser que se cabreen y tengamos problemas, además aquí somos solidarios con los pobres, sabemos lo difícil que debe ser vivir en sus países, llenos de moscas, matándose entre hermanos y todo eso que se ve en la tele- respondió el oficial de la cuadrilla con un tono más
acogedor. -Vas a encargarte de apilar los ladrillos en esa esquina. Dile al Machu Pichu que te diga donde está la carretilla y empieza a cargar, ¡rapidito!- dispuso prontamente y ocupó a Serafín sin mayores protocolos.

-Muchas gracias jefe, no sabe cuanto le agradezco la oportunidad- dijo Serafín, dejando de sudar helado y buscó con la vista al tal Machu Pichu.

Serafín era un tipo educado, se observaba a simple vista que por lo menos había terminado la enseñanza secundaria obligatoria. Vestía correctamente, con lo cual no era de esos negros que viven en la calle y que andan limosneando o que han sido víctimas de tales sufrimientos que andan por ahí como zombis. Era notorio su manejo del idioma, no solo porque hablara castellano fluido, sino también porque tenía un deje propio de esta ciudad. Curioso.

-¿Quién es Machu Pichu?- otra vez se desató el estallido de carcajadas. Serafín no sabía que así es como se burlaban de un chico que tenía rasgos indígenas y que provenía de Perú.

-Mira negro cabrito, a mi no me digas Machu Pichu o te mato. Me llamo Ronald. Ya veremos si somos amigos- le dijo por lo bajo, pero de frente a los demás para que viesen que no se dejaba vacilar por cualquiera.

-Vale Ronald, no era mi intención burlarme, yo solo hice caso a…- trató de suavizar la tensa situación.

-La carretilla está detrás de esa caseta, la gris esa, mueve todos los ladrillos de esa esquina a esta otra- ordenó el obrero con mayor ímpetu que el del propio oficial.

Trabajó cuatro horas, de un lado para otro, mecánicamente, durante la primera hora fue contando
los ladrillos, con la idea de hacer más entretenido el trabajo, pero después del ladrillo nº ¿quién sabe
cuál? perdió la cuenta y comenzó a viajar mentalmente, como en trance. Recorrió desde su infancia hasta su edad actual, vio como su madre le vestía para ir al colegio, como le regalaba chuches la mujer de la tienda de golosinas de su pueblo, cuando las vecinas le cuidaban por las mañanas cuando sus padres se iban a trabajar y él se encontraba enfermo o de vacaciones, volvió a sentir el
primer beso de una chica que quería saber como besaba un negro, viajó a la fiesta de graduación de Bachillerato en la que más de alguna persona cuchicheaba al verle pasar…

-Hora de comer Negrales. Si no tienes comida te adelanto cinco euros y te compras un bocadillo y una lata de algo, ¿eh?- le dijo el oficial.

-Muchas gracias señor, pero necesito todo el dinero y no tengo hambre- dijo seca y rápidamente, de hecho pareció que la actitud del oficial le molestó. –De todos modos saldré a dar una vuelta y vengo en un rato- soltó suavemente, se dio media vuelta y salió por el portón que marcaba la entrada y salida de la obra. –Raro el negro este- murmuró el oficial y se echó a una esquina a comer.

En el telediario dijeron que a eso de las 14:30 de la tarde en una obra que se realizaba en uno de los barrios de la ciudad se había desbaratado una red de contratación de personas sin documentación.

Serafín mientras caminaba alejándose del lugar, pensaba en el día que se graduó de la academia de policía.

Texto agregado el 01-10-2016, y leído por 90 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-10-2016 Ah caray, esto está bueno. Se pueden decir tantas cosas positivas del texto que para no desentonar opto por mantener el tono del relato: Sarcasmo, encono social y la paradoja de la vida en un breviario... sorpresas te da la vida. sagitarion
 
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