Paseé por la sutileza de tus labios, hundiéndome en ellos me reflejé en el marrón de tus ojos atentos a los míos. Hundí los dedos en tu cuello en caricia y sigilosidad, enamorándome de ti, cosí tus sonrisas con la curva de la luna y me encontré a mi misma entre tus vocales.

Y tan banal fue mi camuflaje,
de mis sueños arrancaste el maquillaje
y de mis viajes los equipajes.
Te has convertido en la sonrisa más destacable,
no siento temor en la hoja de tu sable,
a un mundo de mentiras se le cayeron los disfraces.

El final de mi frase,
en las sábanas desfases,
en mis mangas,
tu ases.

Así me columpio en tu inspiración
inclinando en el sofá la fuerza de tu respiración
y no hay razón que corone tu yo más amable.

Tu ternura más deseable,
tu dulce acusación
de que yo soy la culpable.

Destapaste de mi los alambres,
con la sutil manera de entrar un rayo en la habitación
para intentar iluminar tus lunares.

Maldigo mis frases,
me abraso en mis llamas
no obvio el desastre.
Y chillo sin clase,
me abruman tus manos
tus dedos son agujas
para mi cuerpo de sastre.

Y me vuelvo a maldecir,
un vivir sin existir,
un veneno sin elixir
y un descuido para aturdir
la falta de apoyo cuando me siento un lastre.

Una caricia que no puedo percibir.

Solo soy una voz esperando que la abracen.