Recordaba uno con nostalgia los tiempos en que era dueño de mí mismo, de mi espacio vital y de mi casa, antes de que mi morada se convirtiera en objeto de un dos puertas. Se preguntará el lector qué demonios es un dos puertas. Lo explico. En esencia es como hacer pasar a uno por el pito del sereno, allanarlo, reducirlo a la mínima expresión, por un método sutil, sin embargo, astuto, impune e inmune a la legislación penal sobre el allanamiento de morada, como el que se narra.
Todo empezó por cierto afán mío por abandonar la soledad a toda costa. Metí a una mujer en mi casa, precipitadamente y sin medir las posibles consecuencias. Tanto es así que la casa se ha ido poblando de familiares de ella. Gente buena, no cabe duda, pero que ocupa mucho espacio.
La casa: una vivienda "choricil" que da a dos calles: la más central con comunicación a través de una puerta; y la adyacente con acceso por portadas, donde tengo instalada la cochera; se ha visto repentinamente poblada. Hay tanto tránsito circulatorio en mi casa-como consecuencia de la afluencia familiar referida- que ya incluso se utiliza por los vecinos de las afueras para acceder al centro, ahorrándose en engorro de tener que dar la vuelta, en lo que la imaginación popular ha venido en llamar hacer "un dos puertas".
Lo he consultado con un abogado y dice que el Código no dice nada de los "dos puertas".