El guajolote
Esponjado y soberbio, con su moco escurridizo, el guajolote extendía sus hermosas plumas negras y tornasol, acompañadas del gordogordogordogordo sonido que emite para comunicar su celo y hacer que la guajolota se fije en él, sin embargo nada ocurría, “las conas” lo ignoraban de la forma más evidente posible.
Y por si fuera poco, su canto sólo atrajo a Jacinta, la cocinera que tenía la encomienda de convertirlo en mole para el festejo de don Alejandro, dueño de la granja. Aunque usted no lo crea, las guajolotas son astutas y huelen cuando el macho está por convertirse en cadáver.
La mula
Cargada de leña sube y baja el cerro, dos veces por semana durante seis meses seguidos del año, los otros se ocupa como auxiliar en la siembra y los días que restan seguro se la llevan para cargar los productos que en la plaza, los amos van a mercar.
La mula, que por nombre tiene el de “Mula”, se hartó un buen día, así que con todo y leña se echó al monte, corrió sin más y dejó al dueño atrás quién con el patadón que le puso el animal despertó todo ensangrentado de la cara y cuando ya era demasiado tarde.
En el camino, la mula fue dejando parte del cargamento, y al anochecer, sin saber que hacer y con la adrenalina que le quedaba corrió con más empeño, atravesó el riachuelo y por fin a la distancia miró que estaba cerca, sin más se metió a su corral, después de lo que había hecho sólo quería regresar a casa, sin saber el castigo que le esperaría por su osada acción.
El ratón
Comen maíz, roban huevos, se comen a los animales enfermos y a los pequeños, sus dientes no dejan de escucharse, su sonido tampoco, el granero está lleno de estos, pero aún no se convierten en plaga. Los ratones aplacan el hambre a las serpientes, y también a otros animales que podrían atentar contra la granja.
Los ratones no se llevan los dientes ni dejan monedas bajo la almohada, tampoco ayudan a las cenicientas a realizar sus labores. Los pequeños roedores se dedican a comer, a poner en alto el poder de la gula, y aunque cuando se ve uno puede generar mucha ternura, no falta quién pega el grito al verlos esconderse aterrorizados por aquellos seres enormes y sádicos que se dicen hombres.
El ratoncito de esta historia sigue comiendo, no se ha dado cuenta que lo observo, que desde aquí miro como se relame los bigotes. No hace nada más que comer, con sus pequeñas manitas sostiene la comida que se lleva a la boca, traga y vuelve a tragar, es todo lo que hace, es todo lo que hará. Y usted, sí usted que está a punto de terminar de leer esta historia, espera que suceda otra cosa, que al ratón se lo coma una serpiente o se lo lleve un águila. Espera que al pobre ratón le hayan echado veneno para que quede todo tieso, o que alguien con una escoba lo mate y su sangre escurra entre el pasto seco. Pero no es así, aquí los sádicos son los lectores, no yo.
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