Intempestivamente,
de la nada un día,
ella se quita los prejuicios
y te abandona en la huida.
Llega entonces inoportuna
con sus ojos color luna,
te asecha intinerante
ajustando tus piezas colgantes.
Una semana ha pasado
y aquellos ojos de ensueño
te proclaman su dueño,
tu genio ha pacificado.
Las heridas cicatrizan,
han pasado sólo diez días,
todo tu cuerpo brilla,
todo en ti es alegría.
Imaginas un futuro,
lleno de este presente,
que los besos no sean inertes,
que tu amor a prisa no se impaciente.
Y un día,
el día treinta por exactitud,
ella empaca sus balijas,
ella cambia su actitud.
Destrozado en el camino,
esparcido en la ciudad,
tu corazón reclama,
por favor! que nadie me ame más!.
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