Hoy me levanté con ganas de olvidar el mundo. El día de ayer me dejó exhausto. La noche tampoco ayudó.
Pensando en esto, en el ayer y como todo va repitiéndose constantemente (constantemente), me vi viajando a la facultad en un 18 como desde el pasado.
Así es, pasé la plaza Urquiza, y me vi viendola desde ayer, como si fuese un "estreno absoluto" de Telefe, salvo que ayer no fui en el 18, ni a la facultad.
También me vi saludando a la misma gente de siempre, como esas figuritas repetidas del álbum de Panini para el mundial 2006 en el que Alemania nos eliminó en penales. Lo casual es que no recuerdo haberlos conocido, jamás.
Entonces, vi que transitaba un camino que ya había transitado, pero nunca había pisado. (Un paso en falso, y dos para atrás). Un espejismo entre tanta neblina, donde sólo podía encontrarme a mi mismo en la más profunda inmensidad (soledad).
Caí en la cuenta de que un solo destello de luz me había desorientado, y me encontraba viviendo en una grabación de un circuito cerrado de televisión, con los mismos 20 versos y las tan repetidas frases de auto consuelo.
A tal punto llega esto, que hasta el sentimiento es repetido. Es la canción que suena de fondo, la banda sonora en un café a punto de reventar, donde tu silla choca con la de la señora de atrás, que te mira mal si te intentas acomodar, y después se toma la taza de te inglés que ya está tibio. (Siempre lo mismo, un bucle de cotidianeidad).

Hoy, o ayer, leía un cuento de Cortazar donde hablaba sin hablar de la falta de novedad.
Hoy, como ayer, y como siempre, le creo.