Sé que no perdiste, porque a pesar de todo lo que fuese verdad, o pudiese ser condenado como mentira, la manera en que me miraste parecía que no le tuvieras miedo al demonio, a la saciedad y a la condena, a su sonrisa vacía, a la paranoia de un día sin mañana, al ya no más, nuestros rostros se reflejaban en el fondo del estanque como si fuésemos náufragos; como si estuviésemos muertos, aun con el agua pantanosa tu cabello enmarañado parecía resplandecer por entre la turbiedad de las aguas de nuestro deseo, no se me parece a nada que no fuese el reflejo de la paradoja exquisita de un mal recuerdo oscuro, disperso, des conexo, superfluo desconectado. De hecho no sé más que decir si no es que te pierdo, te amo, me lo merezco, porque eso que tu llamas deseo es la superficie del abismo, como el amor de Maquiavelo, como la justificación del acuerdo clandestino entre el cielo y el infierno, me desespera verte llegar con el aroma exquisito de tu mirada en las mañas, como la muerte, a eliminar el mal de mí facundia, para los que piensan que no existía; la bestia el festín y las alhajas, fueron desterrados y forzados a las mazmorras de la razón, de la baja calumnia, del desazón, la cólera y el olvido, a las tinieblas de la paz de los abnegados, los hijos de dios, los mendigos del perdón de la naturaleza, la raza humana, la patraña y la envidia, porque no fueron condecorados con la cólera de la algarabía de los aguerridos y los que murieron desangrados por seres frenéticos dementes, porque para estos últimos la vida puede tener varios significados y el preludio de la satisfacción no se borra de sus rostros ajetreados, y el rostro fatuo de los desmañados no condena más que su propio instinto..