LO QUE FALTÓ
Rezar era su pasatiempo, lo hacía todos los días, a cualquier hora. Pareciera que en ello le iba la vida. Combinaba esta obsesión con la de tejer, leer y escribir de sus recuerdos, ilusiones, ansiedades, sueños y pesadillas. Al murmurar la oración y tallar el rosario era como cavar su propio osario.
Luego parecía renacer en cada uno de los personajes que brotaban de su pluma, cada cual con alguna de las características que le hubiera gustado poseer. Enumerarlas… ¿Para qué? La cantidad se puede equiparar a las no sé cuántas pasadas de la aguja con hilo “izquierda derecha-derecha izquierda” de sus bordados.
Sus lecturas no mostraban preferencia alguna, cierta vez leyó sobre un hombre que amaba a una jovencita y la historia de unos hermanos en alguna parte de Rusia con un orate como padre. También de una dinastía en un lugar llamado Macondo. Ah, y la Biblia repasada decenas de veces entre otras obras.
Aquel anochecer, mientras rezaba un Padre Nuestro, inmersa en el mismo ritual contaba una a una las cuentas de su rosario, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho nueve… ¿nueve? Un sobresalto la invadió y repitió el conteo para terminar en el mismo punto: ¡Nueve! Empezó a buscar, aquí, allá, debajo de la cama, por los rincones, en la basura, entre la ropa, los cachivaches y los recaudos… ¡Nada!
Quiso llorar y no pudo hacerlo, sus obsesiones se impusieron, así que tomó aguja e hilo y se dispuso a tejer, probablemente en alguna vuelta “derecha-izquierda, izquierda-derecha, pudiera encontrar la cuenta que faltaba.
_______________
Solo es un ejercicio de supresión de adjetivos. La idea nace después de haber leído algo sobre Agota Kristof y su forma de escribir sin adjetivar. Si por ahí se me escapó alguno… lo hecho, hecho está. Aunque esté mal hecho.
|