Rezar

Una escena más que habitual en las grandes urbes, la de los mendigos en las puertas de las iglesias, con las palmas de sus manos hacia el cielo en busca del aquel maná que la gracia divina les niega, y que buscan en las dádivas de los feligreses que asisten a las ceremonias.

En el portal de ingreso, con sus harapos curtidos por el frío otoñal de una mañana de domingo, Francisco alzaba su mirada como avergonzada, buscando la complicidad de los que se acercaban al templo.

Una mirada perdida, para nada amenazante, casi como la de un ciego que espera un milagro.

Esteban se aprestaba a ingresar a la iglesia cuando se detiene ante el desdichado:

-¿Por qué no entras?.La misericordia de Señor es inagotable.

-Es que nadie quiere verme ahí dentro; no estoy en condiciones de presentarme con este atuendo en la casa de Dios-Replicaba

-¿Es que te has olvidado de orar?

-No sé en qué tiempo lo hice, pero ya ni recuerdos me quedan

-¿Por qué no lo intentas?

-¿Sabe lo que pasa?-Le respondió al buen samaritano

-No sabe lo difícil que resulta rezar a la intemperie

Fue la primera vez en años que Esteban no concurrió a la misa dominical

OTREBLA