Mi hijo, mi hijo en camino
que adormita atrincherado en su nido,
con la armonía absoluta, sin sueños ni deseos,
descansa y flota seguro,
en el dulce útero de tu primer hogar
Pequeño ser diminuto,
en días, horas, minutos,
abandonaras tu cuartito
para abordar un salón más oscuro,
con estrellas que se empañan
tras los cristales de tu alma,
y bellos aromas de rosas
que se esfuman pero vuelven a nacer
Respiraras, tocaras y gustaras,
este frío y cálido astro
que tus progenitores han caminado,
y odiaras y amaras el olvido
como rechazaras y anhelaras
también mis besos,
al igual que cada ser
a quien le des tu cariño
Pero un día, hijo mío,
bajo un nubarrón de años perdidos,
le lloraras a la tierra donde yace
la sangre de quienes fueron tus padres,
mientras que con nostalgia sostengas muy fuerte,
casi estrujando una pequeña manito,
de otro chiquito cuya mirada es la mezcla
de tus ojos y los míos
Solo así se comprenden los ciclos,
amando y maldiciendo estar vivo,
y sollozando te arrepentirás
y sollozando crecerás,
te lo dice quien te ama,
más que a su vida entera,
Hijo mío.
|