¡Hey!,
no hay necesidad de tanto dolor,
me desintegro en los pétalos de esta última flor,
me escribo para leerme en las sombras,
sabiendo de las miserias que saldré a ventilar
en un par de horas.

No es sano
retener los extractos de felicidad
entre la lágrima que se intensifica
en la soledad de la alcoba,
¡te maldigo tristeza del alma!,
sos la proclamación de mi conciencia
y mientras no le encuentre sentido
a la existencia que vivo
volverás para no dejarme perder
en la mediocridad de la vida diaria.

Decime,
¿en qué extraña deformación te has convertido?,
la que fui hace unos años
me mira desde las paredes internas de mi conciencia,
y reniega de lo hago, de lo que sigo haciendo
por puro masoquismo y hartazgo.
¡Decime vos, ¿hasta cuándo?!