Nuestra historia no es un cuento de hadas, ni es tampoco un culebrón, es sólo una historia más...
Yo venía construyendo un muro alto e impenetrable, un muro de miedos y orgullos. Nadie podía ni debía atravesar esa muralla, no, nadie iba a herirme ni yo iba a herir a nadie, iba a estar aislado del mundo. Pero vos, no sé como, derribaste la muralla, llegaste a mi corazón y te adueñaste de él para siempre.
Supe entonces lo que era entregarme a un sueño, supe lo que era desvelarme cada noche y despertar cada día esperando tan sólo contemplar tu rostro una vez más, supe lo que era la alegría: verte sonreír, y supe lo que era la tristeza: separarme de tu lado. Me hablabas con tu mirada, me describías mundos lejanos, llenos de misterios y aventuras, llenos de belleza y dulzura.
Tengo grabado el eco de tus palabras cristalinas. Esas palabras son la música que hace danzar a mi corazón. Y cuántas cosas hemos compartido: sueños y anhelos, esperanzas y deseos, recuerdos y vivencias, tardes de verano llevadas por el viento hacia el país de la melancolía...
Y bien, no pudimos estar juntos, pero te quiero dar las gracias por haberme devuelto la vida; sin vos hubiera sido un cádaver que se arrastra por la existencia. Si algún día necesitás algo, cualquier cosa, sólo sé decirte que podés contar conmigo; si en una noche de tormenta ocupás un hombro en el cual apoyarte, aquí está el mío.
Y hoy, queda decirte: ¡feliz cumpleaños, princesa! Te quiero... |