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La suave música de fondo llega hasta mis oídos y conmueve mi alma. Es nostálgica. Me hace recordar otros tiempos. Me transportan a cuando tenía veinte años y la vida estaba por delante. El futuro era desconocido y me fascinaba. Todo era nuevo para mí.
La melodía sigue en mis oídos, la muchedumbre de esta gran fiesta se retira, está muy a lo lejos y solo las imágenes de mi juventud cobran vida propia y se renuevan en mi mente.
Esa noche era una de las más frías hasta ese momento, veinticinco de diciembre de mil novecientos cuarenta. La ciudad de New York trataba de respirar entre los intersticios de la abundante nieve que había caído durante toda la jornada. Las tiendas estaban abarrotadas de gente que hacía sus últimas compras de navidad.
Eran las diez de la noche. Melanie y yo habíamos recorrido todas las grandes tiendas de la quinta avenida, incluyendo Tiffany & Co, recientemente inaugurado, en donde ella compró un hermoso anillo para su madre. Decidimos tomar un breve descanso y compartir un café.
- ¿Estás segura Brenda que no quieres pasar la navidad con nosotros? - Me preguntó mi amiga mientras revolvía con la cuchara su tasa de café.
- Sé que lo dices de corazón y por eso te lo agradezco, pero esta noche quiero estar sola.
Ella se quedó mirándome, con infinita compasión. Algo que no quería despertar en nadie y menos aún en mi amiga.
- No tengo familia y estoy acostumbrada a estar sola…bueno, no siempre ahora estoy contigo, pero… ¿tú me entiendes? - traté de explicarle pero creo que no lo comprendía del todo, aunque lo aceptaba.
Melanie se levantó, tomó las bolsas con los regalos que había comprado, se despidió y tomó un taxi. Yo me quedé un rato con mis pensamientos. Encendí un cigarrillo y me predisponía a retirarme cuando vi a un joven como yo, sentado junto a una mesa frente a mí, solo. Su mirada estaba extraviada, como mirando la nada.
Tenía un rostro angular, de pelo lacio castaño y ojos almendrados y sollozos. Algo de ocurría. Quedé observándolo. Me pregunté si estaba solo como yo. Llamé nuevamente al camarero y le solicité otro café. Era solo una escusa para permanecer más tiempo en ese lugar.
Sus ojos se empastaban cada vez más de lágrimas. Sufría, de eso no cabía dudas. ¿Cómo podría acercarme y preguntarle? Yo era una dama y jamás hablada con desconocidos aunque a él no lo sentía así. ¿Tenía que hacer algo, pero qué?.
No supe y solo me levanté para irme de ese lugar cuando torpemente tropecé con una silla que tenía a su lado y me caí al piso. El chico inmediatamente acudió en mi auxilio. Me tomó de los brazos, sentí su fuerza y calor, y en unos instantes estuve de pie.
- ¿Se encuentra bien señorita? - me preguntó.
Por supuesto que estaba bien, el destino había resuelto el encuentro con él. Nos sentamos y se presentó. Se llamaba Richard Stevenson.
Las lágrimas en sus ojos habían cesado, estaban iluminados. Me contó de su vida, de sus sueños. Ah, era adorable. En ese momento creí que el mundo se había transformado solo para cumplir mis deseos.
Su soledad fue mi soledad y juntos la compartimos. La media noche nos encontró caminado juntos por la ciudad. Algo que no había previsto ni en mis más descabellados sueños.
En esos años no era como ahora, el amor no se expresaba físicamente cuando uno lo deseara. Las mujeres teníamos muchos tabúes. Oh Dios, como hubiera querido hacer el amor apasionadamente con él esa misma noche pero las normas que me inculcaron de niña me lo impidieron. “Esos sucios pensamientos debían ser reprimidos, no eran de mujeres decentes”, me lo recordaba constantemente mi madre. ¡ Qué blasfemia !. El amor no es sucio si uno no lo siente así.
Richard era todo un caballero. Me llevó a mi apartamento y se despidió de mí. Quedamos en vernos al otro día. Algo me preocupaba y por educación no se lo pregunté: ¿Por qué estaba tan triste esa noche? ¿Algo ocultaba?. ¿Pero qué y por qué?. No podía saberlo.
Nos veíamos todos los días. Su rostro me inspiraba una ternura inusitada. La primera vez que me tomó de la mano casi desfallezco. Una noche sucedió lo inevitable. Hicimos el amor desenfrenadamente en mi apartamento. El megáfono reproducía una melodía suave y muy profunda. El sonido abrazaba toda la habitación y estremecía me alma. Jamás había experimentado algo así. Agradecí al destino por haberlo encontrado, pero no tardé en reconocer que la felicidad siempre tiene un costo, siempre se debe pagar por ello. Lo sé muy bien.
El sol penetró por la ventana y nuestros cuerpos desnudos estaban abrazados, unidos como un cordón umbilical. Acaricié su rostro dormido, recorrí su pecho con mis manos y no podía creer que él estuviera conmigo en ese momento.
Luego de esa inolvidable noche, pasaron unos días y no recibía noticias de él. Nada. Es como si la tierra se lo hubiera tragado. ¿Qué habría pasado?. La incertidumbre me atormentaba. Una mañana, alguien golpeó mi puerta y fui a ver. Era un cartero con un mensaje. Tomé la carta temblando y vi el remitente: Richard.
“Brenda, estos días que hemos vivido juntos fueron los más hermosos de mi vida, jamás los olvidaré. No tuve coraje para decírtelo pero hay algo que debes saber. Estoy muriendo. Esa noche en que te conocí, había recibido la confirmación de mis médicos. No me queda mucho, pero tú me hiciste vivir nuevamente, sentirme querido, amado. Nunca quise que sufrieras esta pena pero no lo puedo evitar. Te amaré hasta mi último aliento”.
Arrojé la carta al piso y me quedé inmóvil. El destino, por fin, había cobrado lo que le pertenecía. Era muy injusto, pero parece que el mundo no es una fábrica de deseos.
Esto pasó hace cincuenta años. Todas las semanas voy a visitar su tumba y le dejo una flor y recojo la anterior marchita.
Hoy vuelvo a oír la melodía con la cual nos amamos esa noche y mi corazón revive con toda intensidad, solo por unos instantes, hasta la próxima melodía de amor.

Texto agregado el 12-09-2016, y leído por 253 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
16-09-2016 Linda historia, romantica y muy bien ralatada, distinta a la realidad actual, donde vamos a los bifes de entrada satini
12-09-2016 Una historia cargada de tristeza, de recuerdos y en especial de melancolía. Gran Trabajo. 5* BarImperio
12-09-2016 Una historia llena de nostalgia y bellos sentimientos. Excelente, amigo. Saludos. maparo55
12-09-2016 Romanticismo y nostalgia unidas de la mano muy bien narrada. elpinero
12-09-2016 Bonita historia, muy bien contada. FERMAT
 
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