A veces, me duele el pecho, ¿sabes?- él le comentó con un cierta timidez en su voz, mientras colocaba sus manos en los bolsillos y el suelo observaba.

¿Qué sientes?- preguntó ella.

Es una extraña sensación. Me suele faltar la respiración, luego, no sé. Mi alma abandona mi cuerpo. Se siente frio. Se siente como si aplastaran mi pecho y no pudiese hablar. Es una triste sensación. No creo que me entiendas, olvídalo- respondió él sin voltear, mientras aceleraba el paso.

La joven chica aceleró su caminar también, del brazo lo sujetó y preguntó- ¿Es ella verdad? No me mientas, por favor.-

Sí…- dijo después de un gran suspiro sin quitar la vista del horizonte. Luego, subió su mirar y el cielo admiró unos segundos más antes que comenzara a llover.

Ella dejó su brazo, retrocedió un paso; pues conocía la razón por la cual él no volteaba a mirarla, y solo atinó a abrazarlo por detrás, mientras le decía dulcemente.- Tranquilo, querido amigo, pues aquí estaré si me necesitas. Te quiero, ¿sabes?- terminó de decir mientras una lágrima caía por uno de sus ojos. Su corazón destrozado había quedado.

Gracias, amiga mía. Sin embargo, lo siento, no puedo olvidarla aun. Perdóname. Mi corazón ya no late y vacío he quedado- dijo él, mientras acariciaba las suaves manos de la chica y dejaba caer las lágrimas sin contenerse más.


El cielo comenzó a llorar junto a ellos.