Clareaban las cuatro veinte en la ribera,
Muerto el río, muerto el paisaje,
Vi bajo el puente dos vivas aves,
Desde el color, eran bastante dispares.
Treinta segundos duró mi visión,
De revoloteantes bestias amantes,
Que sobre la rama cruda y huesuda,
Aleteaban como los pañuelos del adiós.
Ninguno tenía ni pintura ni artista
Y estaban suspendidos en la niebla,
Encarnados en sus miedos profanos,
Temían jamás encontrarse en el vuelo.
Cruzaron las aguas, planeando parejo,
Cada uno con una pluma ajena en el pico,
El cuervo fue a buscar coraje,
La paloma fue a buscar paz.
Me pregunto si se devolverán las plumas,
No lo sé, pero los buscaré y trataré,
A veces soy muy caprichoso.
Seguiré mi camino. |