Aquel gran salón de espera se vació en unos cuantos segundos, ya que el inicio de las labores lo teníamos encima. En cambio, en mi caso, debería esperar trece minutos más. Minutos dónde colapsaba un bullicio amorfo para trocarse en quietud preocupante. Entonces, un intento por congelar un pestañeo, lo detuvo la sensacion de una pérdida de luminosidad a mi espalda, absorbida por un cuerpo humano que martilleó el recién surgido silencio con una pregunta impactante: ¡Don Pedro! ¿Cómo yo me veo?. Y la interrogante fue seguida por la triple oscilación de la plantilla de un calipso contra el suelo y la planta de un pié femenino. Después de lo cual, tuve frente a mi, un rostro con todos los relieves de un ave nocturna, enmarcados por un triángulo equilátero. Pude ver dos ojos enormes detrás de unos cristales que caían como estómagos sobre una boca asimétrica y cercana al vértice inferior de la figura geométrica antes mencionada. Y, un poco más arriba, ví los cimientos de una nariz que contradecía su entorno, pero que sí, se llevaba muy bien con el tono de una voz que no alcanzaba los matices de la femineidad.
Lo que miraba no me apartaba del estallido sufrido por mi vanidad, ante la pregunta de la mujer. Y el placer interior que sentí justificaba mi inmensa espera: ¡Lo primero!, la dije, 'es que Dios no nos dió el privilegio de vernos a nosotros mismos e iremos a la tumba sin que eso ocurra alguna vez'. Y sin dejar resquicio a una posible inquisición suya, 'interpuse una disertación acerca de lo irreal y disímiles que eran los espejos, la imprecisión de las fotografías, por no ser tridimensionales, además de su ruptura con la escala normal'. Y, por último, 'arremetí en contra de las cámaras que graban escenas, por las imágenes que los mismos artistas, admiten son deformaciones'. Sin embargo, mi señora--- insistí precipitado--- para no dejarle espacio, 'lo que usted me pide es que le diga cómo la veo yo, lo cual---volviendo a teorizar---es muy subjetivo, es decir, no tiene necesariamente que convenir con lo que crea otra persona. Pues bien, me parece que ud. nació y morirá siendo jovial, porque sabrá que hay pesonas jóvenes que son muy viejas y viceversa'.
Sí hubo alguna reacción física a mi perorata no lo supe porque ya había dejado atrás, sus cejas chamarascosas, debajo de un pelo ensortijado que se negaba a caer sobre sus hombros. Y me ganaba ya el oscuro pasillo que me conduciría a dejar mi exigüa fortaleza , en cambio de poner arroz y habichuelas sobre mi mesa cotidiana. Después.......mucho después, recordé un comentario mío acerca de la 'coquetería' de ésta dama, entre los que compartíamos una merienda.
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