Háblame una sola vez más, por favor. Quiero escuchar tu hermosa voz una última vez. Ven y bésame, te lo suplico. No puedo estar más tiempo sin poder saborear tus dulces labios.
Discúlpame, linda mujercita, por no agradecerte lo suficiente por toda la alegría que has generado en mi vida desde que te conocí. Perdóname, cariño, por no abrazarte una ultima vez lo más fuerte que pudiese y nunca dejarte ir. Debí correr cuando volteaste. Debí ir por ti; cogerte de la cintura, como siempre te gustó; voltearte rápidamente, y besarte como nunca lo había hecho jamás. Un último beso de despedida tan triste como delicioso. Uno ultimo, el cual te pudiese mostrar cómo mi corazón se destrozaba lentamente por todo el dolor que sentí desde que me diste la triste noticia.
Horas ya han transcurrido. En mi cama echado estoy, y la simple sombra del recuerdo de tu preciosa e inocente sonrisa logra estremecer todo mi ser. Siento un nudo en la garganta; no me deja respirar y agita mi respiración. Comienza llover, puedo verlo por las ventanas. Me seco los ojos, miro al suelo, y no puedo olvidar tu olor, tus labios, tus ojos ni mucho menos tu mirada. No te olvidaré.
Te necesito como no lo imaginas. Tus besos son el cálido cariño que mi frío corazón desea desesperadamente. Tus caricias son la dulzura que mi insípido ser necesita. Mis labios te anhelan y mis manos te extrañan. Mi nariz se siente sola sin la tuya a su lado y yo más solo aun sin tus abrazos para protegerme del frío. Te extraño, mujercita preciosa.
Has dejado tu huella tatuada en mi alma y nunca te olvidaré. Fuiste, eres y siempre serás una chica especial para mí. Muchos besos. Adiós, mujercita. Sé feliz.
Nuestros caminos se volverán a cruzar. Es una promesa.
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