Verso a verso
baja la queja,
beso a beso
la cautiva pasión se libera.
¿Qué le sucedió a tu corazón, poeta?,
no gastes el arte de las palabras
en la frivolidad de las formas inhumanas
que no han llegado a la trascendencia de sus almas.
Quimérico de la prosa
no te esmeres en sostener un amor
que te mostrará las espinas de la rosa,
que te matará sin tregua piadosa,
que mutilará tu sentir
cuando nazca tu ser
en las frondosas estepas del alba armoniosa.
Poeta, ¡se desangra el poema!
y no hay placer que lo contenga,
deja de joder con tanta queja,
¿qué será de esta mala vida sin tu nobleza,
sin los humildes versos
que ha de parir la insolencia de tu pena?
Se desangra el poema
y tengo tinta viscosa en los dedos,
llego tarde de nuevo a este mundo
y la oscura realidad
me toma opresiva entre sus muros.
Ayúdame a salvar el poema,
¡poeta egoísta!,
no ves que si lo dejamos morir
habrá una desazón en la tierra,
habrá un suicidio en masa
para quiénes hallan en sus versos,
un remanso de calma mansa
y luchan, en contra de la corriente brava.
Se caen las palabras,
se pierden los sentidos en la mugre acumulada,
y se atropellan las vocales
devorándose los finales.
El poema que desangra
su pérdida esboza en la hoja una lágrima
y su aroma se vuelve ausencia
mientras los amantes
desarman su idilio en una alcoba profanada.
El poema me grita
desde el austero paisaje que proyecta la mañana
y no hay trovador que arregle tal catástrofe,
se muere de amor el cobarde
y no hallará redención el culpable. |