De regreso de pasear a Haze - fiel compañero de mis años dorados - en esta tibia mañana de primavera, alentado quizás por la fragancia de las flores que lo inunda todo al punto de despertar la libido, me he atrevido a ingresar al dormitorio de mi viejita - compañera de tantos años - a medio vestir, para sorprenderla con una pose erótica de aquellas que acostumbraba a realizar. Claro está, que no con el mismo traje de antaño, solo con el que hoy dispongo, un traje mucho más arrugado y con el color blanco característico de a quienes nos espera el soleado sepulcro.
Osadamente, ingreso al dormitorio ya completamente desnudo, con el rostro iluminado por una expresión picarona, como aquella cuando has repetido torta de postre, sabiendo que tienes diabetes y que por razones de salud ya no te es permitido un segundo trozo, dispuesto a hacer travesuras sexuales deliciosas. Destapo raudamente el cobertor, para acomodarme a tu lado, pero ya no estás. Te busco por la habitación y solo veo tu pijama sobre la cama. ¡Ay estás completamente desnuda! Continúo buscando alguna evidencia que corrobore la embriagadora idea. Abruptamente se clava mi mirada sobre un largo cabello negro. ¿Cabello Negro? ¿Qué hace aquí un cabello negro si ambos tenemos el cabello cano?
¡Cómo puede ser! Después de tantos años fallarme de esta manera. ¡Vieja traicionera! Esperar premeditadamente a que yo saliese por el habitual paseo de nuestra mascota, para traer hasta nuestro lecho – aún tibio - un infeliz que nada sabe de lo que durante tantos años hemos construido. De seguro ahora estarán riendo a carcajadas de la ridícula entrada de este pobre viejo cornudo. Escucharon cuando regresaba y ella huyó de la habitación y el desgraciado de seguro se ha escondido. No contaban que este aire primaveral me trajese tan pronto y tan lleno de sexuales intenciones.
Violentamente y lleno de ira me inclino para encontrar al desgraciado – quizás temblando de temor - bajo la cama. Siento un fuerte estallido sobre mi frente, seguido de una enceguecedora luz disminuyendo paulatinamente. ¡Por la cresta! Olvidé que cambiamos nuestra cama por una cama americana, de seguro con el golpe ni cachos me han quedado. Oscuramente enfurecido, escucho claramente el agua de la ducha caer. De seguro después de liberar sus ardientes pasiones se han ido a refrescar juntos al baño y quizás aún no se han enterado de mi regreso. ¿Es esta la oportunidad perfecta de sorprenderlos?.
Sigilosamente me dirijo al baño. Abro lentamente la puerta y ahí estaba parado el malnacido. Ostentando una larga y negra cabellera, prueba contundente de su mal habida satisfacción. De rostro exaltado proyectando una rabia animal desde sus ojos, solo comparable con lo que yo estaba sintiendo en estos oscuros momentos. ¡Qué descarado! Solo yo debía ser quién por derecho esbozara esa mueca. Alzo mi diestro brazo - diestro por ubicación y diestro en el antiguo oficio de golpeador certero - empuñando mi mano para dar justo castigo al infeliz me abalanzo sobre él, mientras resuena en mi cabeza los déspotas alaridos de mi vieja: “¡Nuevamente viejo de mierda! Cada vez que se te ocurre que te tiña el pelo rompes el espejo. ¡Qué mierda pasa por tu creativa cabeza!
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