Brujos y hechiceras
Su delicada figura apenas bañada con la luna de un cuarto creciente, asomó de entre las ramas de un añoso algarrobo. Se hallaba en un hueco horadado en el tronco de aquel árbol, y que le daba un refugio ideal. Me miró con esa mirada penetrante que solo pude ver en la lechuzas, fija, enigmática, provocadora.
Un plumaje de grises impensados, alternados con centellantes blancos de singular belleza, una cabeza perfecta solo superada por aquellos ojos que no paraban de observarme.
-¡Psst!, ¡psst!
Miré hacia los costados como buscando a alguien, a pesar de que me encontraba en el medio del bosque.
-¡Psst!, ¡psst!
Indubitablemente provenía de aquella ave de mirada feroz.
-¿A mí me chistas? Osé replicarle
Ahora era el animal el que giraba su cabeza buscando complicidades
Me acerqué para amedrentarlo y seguía porfiado con sus chistidos, con atornillados giros de cabeza.
Cuando me acerque a menos de un metro, el animal comenzó a inquietarse, lo pude advertir por un ligero mover de alas, como acomodándose las plumas.
Con vuelo corto se internó en la espesura del bosque, a baja altura, como indicando un camino al que debía seguir.
La seguí con la curiosidad de un niño y la prudencia de un adulto, a sabiendas de que me encontraba en el bosque fantástico, un lugar en el mundo de las historias más inverosímiles, tierra de duendes, hadas, brujos y hechiceras.
OTREBLA
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