Hoy tuve que abandonarla.

Las personas a mi alrededor no son lo suficiente fuertes para resistir lo que siento por mi mascota. Y no señores, no es zoofilia, es un vínculo especial desde el momento en que se subió en mi hombro.

Ella siempre la odió, tenía pavor de solo verla caminar por mi brazo. Pero mi piel se sentía tan bien que era inevitable hacerlo. El tacto de cada una de sus patitas correr entre los bellos de mi piel era una sensación inigualable. Sin embargo nunca pudo ganarse el cariño de ninguno de mis seres queridos.

Me reprochaban el tenerla, el llevarla conmigo a cada lugar al que iba. Nunca supe que comía o cómo se debía alimentar correctamente, tampoco sentí que fuera lo indicado tenerla en su cubo de cristal. Era muy triste tener que verla raspar el vidrio con sus patitas al tratar de escapar. De vez en cuando metía la mano solo para darle una salida falsa, una esperanza momentánea, y para sentir aquello que me provocaba.

No duraron mucho nuestros días juntos, y fue una verdadera suerte pues no sé cuánto viven y no hubiera aguantado verla morir. Por eso, y por Ella, es que la abandoné en el basurero más cercano a mi casa. No fue sencillo que me dejaran pasar, sobre todo cuando les di mis razones para visitarlo. Al parecer los incendios se han incrementado en ese lugar y cuidan mucho que no suceda. Yo me preocupo.

Es inhumano abandonarla así, en un lugar que se cubre de llamas de vez en cuando, dónde todos dejan lo que ya no les sirve. Espero que encuentre a alguien que la cuide, o que la acepten con los suyos. Con toda sinceridad le deseo lo mejor, por el cariño que le tomé.

Hoy le dije adiós a mi mascota, por Ella, por todos los que me quieren y se preocuparon por mí. Pero la extraño al ver su cubo, al ver los restos de comida que dejó. Pero al parecer también dejó otras cosas. Me asomé dentro del cubo y unos pequeños seres blancos salían de entre los restos. Ella me había dejado un regalo.

Pero antes de encariñarme, otra vez, las tuve que matar, pues al fin, Ella odia a las cucarachas.