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El retorno.

Aún recuerdo el día que llegamos a Norte América, mis padres y yo provenientes de Uruguay mi país natal.
De esto hace diez años y nada de lo que vinimos a buscar encontramos es decir, mis padres no lo encontraron, yo sí, encontré más de lo que necesitaba.
Mi familia me trajo para curarme, soy adicto a las drogas, en Uruguay la pasta base, la marihuana, la cocaína, la heroína y todas las drogas conocidas, ya no me satisfacían, necesitaba más y para conseguirla no dudé en robar y en recurrir a la violencia, lo único que me importaba era conseguirlas.
Me olvidé de todo, de mis estudios, de mi familia, de mis amigos, de los buenos porque los malos seguían conmigo.
Aquí fue diferente, ni siquiera malos amigos encontré, cada vez me sentía más solo a pesar del costoso tratamiento que mis padres me obligaron a seguir, jamás dejé las drogas, los mismos enfermeros me la vendían, en ese entonces mis padres tenían mucho dinero el cual gracias a mi se fue evaporando más rápido de lo imaginado.
Todavía oigo a mi padre diciéndome:
___Miguel, te dimos todo, ¿en qué fallamos?
Pero, ni yo podía contestar esa pregunta.
Mi madre, al veme en aquél estado, muchas veces ella misma me proporcionaba drogas con tal de no verme sufrir, ella lo hacía por mí, pidiéndole perdón a su Dios, en el que no creo y que a ella le sirvió muy poco.
Mientras camino, acompañado de dos hombres, sigo con mis recuerdos, siento deseos de ver a mis padres, a veces me sucede eso, pero sé que ya no están que jamás los volveré a ver.
Un sacerdote viene conmigo, alguien debe haberlo llamado, yo no fui, lo escucho pidiéndome que me arrepienta de mis pecados aunque sea lo último que haga en esta vida.
No lo escucho, cada vez nos acercamos más a mi destino y a pesar de todo sigo insistiendo en que no creo en su Dios pero el sacerdote no parece escucharme y rezando sigue a mi lado.
Desde el largo pasillo que recorro, veo al final, una silla con muchos cables, personas muy serias sentadas en otra sala y a alguien esperándome.
No tengo miedo pero las voces en mi cabeza, no cesan, mi padre, mi madre sus gritos, sus llantos y lamentos, ¡No quiero pensar! ¡Cómo necesito aquella pasta base que tenía en mi país!
Mi país, qué lejos está!! Cómo quisiera estar allí!
Norte América, por qué vinimos aquí? Justo a este país y justo a esta ciudad donde existe la pena de muerte!!
Muerte…muerte ¡No quiero morir!! Cada vez estoy más cerca, llegamos, me sientan a la silla y comienzan a atarme!
Veo a mis padres, asisto a su funeral, no quisieron seguir dándome lo que más necesitaba, tuve que matarlos, lamento haberlo hecho pero ya es muy tarde también lamento haber sido tan descuidado por lo cual estoy aquí!
Van a ponerme algo en la cabeza…
¡Dios, no quiero morir! ¡Perdóname! ¡Perdóname!
Un hombre que está en otra sala, baja la palanca y un médico se acerca a examinarme y dice:
___!No tiene pulso, ha muerto!
De pronto oigo una voz que me dice:
___Miguel, es tu turno, en la India un niño sabio está por nacer, no te olvides de llevar toda la sabiduría que puedas.
Y así con una nueva vida, la sabiduría vence a la ignorancia, la alegría a la tristeza, el bien al mal, la vida a la muerte.
Omenia.

Texto agregado el 26-08-2016, y leído por 180 visitantes. (9 votos)


Lectores Opinan
27-08-2016 Como siempre buenas letras, dignas de leer seroma2
27-08-2016 Parase que todos coincidimos en el final, es muy hermoso. Muy conmovedor. Felicitaciones. 5* dfabro
26-08-2016 Bien! Muy bien redactado, buena secuencia. Bueno el final. Sobre esto último, siempre he pensado lo mismo. Que esa famosa luz al final del túnel no es mas que Uno saliendo de la matriz de la madre... Volviendo a nacer... Retornando, como tu bien dices. Buena historia. Tolo
26-08-2016 Está muy bien. Especialmente el final ***** grilo
 
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