Desde mi habitación, dónde estaba hablando por teléfono con mi novia a la que vería más tarde, se olían los macarrones con salsa de tomate que mi madre hacía todos los domingos y se oía a mi hermano contarle algo alegremente a mi padre mientras éste nos llamaba a todos para acudir a la mesa.

Me desperté sobre las 3 de la madrugada, olía desde mi cuarto el bote de salsa tomate que abrí ayer para acompañar las salchichas frankfurt que solía cenar todos los días. Mañana tenía que levantarme a las 5 para ir al trabajo dónde probablemente sería pronto despedido. No sabía si alegrarme o deprimirme, pues odiaba ese trabajo y a mis compañeros pero necesitaba el dinero para pagar facturas, y a los 43 años no sería nada fácil encontrar uno nuevo. Mi madre y mi padre habían fallecido hace años, mi mujer me había abandonado por otro y con mi hermano ya no me hablaba. Me tomé otro ansiolítico esperando al menos dormir 1 hora y pico más; mañana tenía una reunión y seguramente me preguntaran por los resultados negativos de mi último proyecto, así que necesitaba estar fresco…