Surgió el dilema por un instante, que ruta seguir, trotar por los senderos que lo llevarían al mar, hacerlo por las laderas hacia la montaña, o bien, tomar el camino que conduce al pueblo. La sensación de libertad la encontraría en la primera opción; la capacidad reflexión y sentir, la experimentaría por el camino a la montaña; o bien, el acostumbrado camino hacia el pueblo que lo vio nacer le traería una grata presencia de recuerdos pasados.
Tras tres kilómetros de trote vio aparecer las primeras casas, -era obvio que había decidido el camino al pueblo-, el llamativo rotulo cilíndrico de tres colores de la barbería San Nicolás propiedad de don Toño; un poco más adelante miró la fachada de la panadería La Madrid que ya expedía el olor matutino característico del buen pan; vio pasar al eterno repartidor de leche ahora ya encorvado con su pequeña caja especial con 15 litros; se topó con el eterno repartidor matutino de periódicos que con certera precisión lo hacía viajar a los jardines de las casas, por la banqueta de frente se encontró a una mujer en cuya mano derecha sujetaba un amenazante pastor alemán, por precaución le sacó la vuelta. A lo lejos observó la vieja silla de madera a la entrada de la tienda de abarrotes mejor surtida del pueblo; divisó también el eterno café Preámbulo en donde se acostumbraban reunir los personajes a componer el mundo, y donde había hecho también su primera declaración de amor a aquella novia de nombre Marthalicia.
Al girar a la izquierda llegó al pequeño parque siempre muy bien cuidado por su amigo Iván, siempre al pendiente de las plantas, arbustos y flores, aquel jardín había sido reconocido alguna vez como el mejor parque del condado.
Pasado un buen recorrido, casi donde terminaba el pueblo estaba la gran casa que había sido de sus padres, aminoró el paso, observó el viejo papalote de viento para le extracción de agua que su padre había comprado a un callado menonita apellidado Dick. El viejo columpio oxidado aún era movido por el viento, notó que ya no estaba hecho a su medida. Los recuerdos a su mente llegaron en cascada. Luego de despedirse en silencio, se fue alejando de su pueblo con la vista perdida en el horizonte, tratando de contener una lágrima que estaba a punto emigrar.
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