El humo impacta contra mi rostro, es el viento que lo arrea firme contra mis pómulos y luego lo hace danzar de diversas formas.
Cual marea que la luna acarrea, transcurre lánguido, no sé si eres tú o es el ácido lo que me alucinar, dilucidar distintas formas.
Tú me miras y me calmas, yo admiro tu fuerza, tu osadía, luego apareces multicolor y sepia al mismo tiempo, te tomo a fuego lento mientras observo tu alma, bebo de tu cáliz y aún sed siento.
Presiento que serás como un espejo, de mi ser el reflejo impoluto, que me hace sentir bruto o estratosférico, como un deseo onírico, o como un perico que vuelva libre y transmuta en quimera, maldita la primavera y malditas las flores que te dan nombre, bendito tu cuerpo y la forma en que me hace sentir hombre.
Le das forma al cobre, así transito el camino endeble hasta llegar a tu pesebre siguiendo una estrella.
Allí donde habita la doncella, la más bella manifestación de tu nebulosa en la tierra.
Una página de un libro olvidado en un estante, amarillenta y errante entre miles como ella. |