“Los transparentes”
Mi pasatiempo favorito es el de la observación. Una práctica recurrente que me permite mi trabajo de mensajería. No es de las labores que exijan un gran esfuerzo intelectual, sin embargo me permite en mis solitarios traslados palpar la realidad inmediata.
Una suerte de master en sociología que desboca mi imaginación y me transforma en un privilegiado espectador de una realidad. No quiero con esto afirmar que esa sea la realidad, más bien es una visión sesgada de ésta, con egoístas intenciones.
De los muchos especímenes que diariamente se someten a mi juicio, hay personas que me llaman la atención, recorren la ciudad pasando inadvertidas, casi ausentes.
En mi catálogo desarrollado las denomino gente transparente, no referido, claro está, a sus condiciones morales como muchas veces se asocia el mote, sino porque están y no se ven.
Pueden hablar, gritar, llorar pero no lograr llamar la atención de nadie. Llegué a dudar de su existencia, algo así como las ánimas citadinas de los cuentos de terror.
Trato de recordar sus rostros pero se difuman en mi mente, las olvido, las ignoro.
Miran, pero no ven, de comportamientos antisociales, con solo algunos resabios de atávicas costumbres: algún “perdón” o “permiso” o “gracias”.
No hay diferencias entre sexos, edades, razas; los hay en todas las categorías.
Llegue a pensar en la telepatía como medio de comunicación, imaginando un despertar de estos seres transparentes en forma de hordas asesinas, una suerte de rebelión de zombies, alienados por su porfiada introspección.
OTREBLA
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