Cuando una mujer asciende por las escaleras
Casi 30 años, Mikio (anoto)
Cinco y treinta (p.m), estación Villa María, falda corta con pantimedias negras, bolso baguette en el brazo derecho, tacones altos, cabellos largos luminosos, blasier, sopla el viento pero el clima de otoño no parece afectarle.
Primeros planos de miradas ajenas, dos puntos.
Un muchacho delgado de ojos tristes y cejas resolutas la observa. Ella se da cuenta, le sonríe, lo ve lindo y se siente guapa, avanza. Por detrás tres mujeres también la miran, una la ve linda y las otras dos la envidian.
Comienza a ascender…
Sube en forma recta, firme, tan natural, se prisma de elegancia… A medio camino un personaje vulgar la acosa con palabras misóginas, ella siente asco pero sabe lidiar con tales enfermos, pero eso no evita que se incomode, se frustre y se llene de impotencia. Se calma porque sabe que es mejor ignorarlo; a él y sus carencias.
Colocar un breve plano tras otro…
Imagen larga, estilizada, el color de sus uñas se descubre al pasar la tarjeta por el tarifario del Metro, mira la pantalla con la hora de llegada de los próximos trenes, controla su tiempo, dos, tres, cinco, siete, nueve, once personas pasan presurosas por sus costado, es tarde y ella lo sabe pero no le importa, se cansó de ir por la vida corriendo, ahora quiere caminar a paso firme, tomarse un tiempo para ver el vuelo de las palomas y el rastro que dejan sus excrementos, lo asocia con su historia y está decidida a jamás volver a defraudarse. Llega el tren y la gente presurosa lo repleta, están decididos a no dejarlo pasar, a pesar de ir apretados como una lata de sardinas, como si ese tren los llevará a pertenecer a una historia que les quite su síndrome de abstinencia.
Ella podría entrar a empujones y ser una sardina más. Pero no, se queda quietecita y deja el tren pasar delante de sus ojos, repleto de su pasado.
Sabe que no será fácil cancelar su matrimonio, decirle a su novio que dejó de amarlo, lidiar en el trabajo con gente machista que menosprecia su labor profesional, de alguna forma ellos se sienten inferiores. Tampoco saben las horas de estudio que empleo para obtener un cartón, tampoco que en el tercer ciclo estuvo a punto de dejar su carrera por un embarazo no deseado y del aborto que aún la tiene mutilada… Pero ahora ella prefiere olvidar, sonreír si las cosas se ponen malas y celebrar por fin su independencia.
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