Me siento así como tobillo vencido. Pero vencido ¿por qué?
La casa vacía de presencia humana me da sensación de niña que se despierta de la siesta sin su madre al lado y llora, todavía confundiendo los límites del sueño. Como siempre. Los límites de la vigilia se me desdibujan, y no lo digo solo para atajarme. Soy bien conciente que se me confunde el tiempo también y que muchas veces no estoy escuchando o prestando atención. Pero a veces veo colores a mi alrededor, y te extraño. De cualquier forma se me pasa cada vez más rápido, porque escucho a la casa Respirar. Entre los animales, las plantas, los pinos, la Luna, el vientito, las entidades danzantes de otros planos, las entidades diminutas que se comen lo restante de la esponja; los sonidos de los vecinos y el silencio de la cortada, la luz del farol de la calle y la del fuego de las velas; las voces de algunos niños y de la coca hablandole a sus perros, las motos que pasan cada tanto y los perros que ladran a los gatos en el techo, la lluvia orquestando en el toldo y las palomas charlando en los pinos; los gatos que se paran en la puerta de la pieza y me llaman maullando; el halo que el San Pedro dibuja al crecer y el crujido de la enredadera cuando se abraza en la reja. Entre todo eso se escucha un palpitar, y mi corazon que se deja atravezar. Entre todo eso la Casa Respira un ritmo de pulmón, de criatura rebozante de vida, de pequeños Mundos y un gran Universo.
"Tubular.
Tu Lugar.
Un gran Universo."
Entonces respiro, comienzo a palpitar su ritmo, y lo habito.
Me dejo habitar.
(Ahora pienso algo así como Casa-Criatura o Criatura-Casa o simplemente "La Criatura". Dejarse habitar por La Criatura que se habita.) |