EL BRUJO PELOTAS
Lo vi llegar en un enorme camión de mil llantas, -parece que viene en un ciento pies- dijo la Sra. Margarita. Fueron veinte años, más o menos, los de su ausencia. Se perdió un Viernes Santo.
Se dijo que por bañarse en día santo se convirtió en bagre y en vista de no existir botella lo suficientemente grande, capaz de contenerlo, don Manuel, su padre, lo encargó a los curas Franciscanos para que lo cuiden y lo mantengan adecuadamente en la laguna “El Carigan”.
Otros afirmaban que él, devotamente se prestó para personificar a “Nuestro Señor”, en la Procesión del Valle. Organizada por la “Asociación Provincial de Cuyeras, Amigas de María ” y en honor a Jesús del Gran poder, en la que se imita con exactitud admirable todas las desdichas que tuvo que soportar “El Mártir del Calvario” en su porfía por redimirnos del fuego eterno. Se dice que durante de la procesión, recibió una reverenda paliza propinada, principalmente, por el loco Javico, el que en su afán de cumplir de la manera lo más exacta, con el papel de soldado romano, no escatimó en usar de manera prodigiosa el látigo de tres puntas. Cuando llegó el momento de la crucifixión y para hacerla lo más próxima realidad el Cabezón Briceño lo clavó de las extremidades a una cruz de eucalipto, con clavos de seis pulgadas. Así mismo, se decía: que pasados los fervores de la procesión, pidió suplicante que lo desclavarán y lo lleven a morir tranquilo donde las putas. Pero al final todo resultaron meras especulaciones.
Cuando bajó del enorme camión y luego de dormir cuarenta y ocho horas, contó que se lo había llevado a Colombia una bailarina del Circo “Águilas Humanas” Que ahí aprendió a bailar salsa de la legítima, que había recorrido todo el hermano país y que ahí le enseñaron a conducir ese enorme camión, que allá lo llaman “mula”. Así mismo, nos hizo saber que tenía documento de conducir, comprado con los fondos de la bailarina
Me visitó en la tarde, serían las cuatro
-Ñaño me han robado la gata de la mula, ¡¡… que pueblo para puto!! Lo que ni en Cali, Bogotá, Medellín y toda la costa atlántica; donde he sido el duro del volante, ¡¡ ni ahí hermano ¡! ni ahí!!- Me dijo con un tono de manifiesta cólera y despecho. Pasadas tres horas la desesperación iba en aumento, hasta que no pudo más. Con lágrimas en los ojos me pidió que le ayudara.
-El carro no es mío, hermano, venimos a cargar azúcar en Catamayo, mi patrón se enfermó y me recomendó, lo cuidara.
Recorrimos todos lugares en que creíamos poderla encontrar; chinganas del mercado, cantinas con letreros “Se fía, pero con prenda”, “Cachinero, pero decente”, “La que fía salió a cobrar”. Se consultó a “soplones”, a chapas retirados, a putas ambulantes, a las otras, a los detectives secretos de la policía a esos que “trabajan” con los ladrones. No hubo lugar, del que se sospechara, que no fuera investigado.
Mama Encarna, su madrina de bautizo, encabezó la cruzada puerta a puerta “Procompra de gata nueva”. No existió en la ciudad una gata de esas proporciones.
- Esas huevadas solo hay en la Yoni - sentenció el Shuyo Pineda.
No hubo otra alternativa. ¡Un Brujo!
- El mejor es Dn. Quiñones- dijo la Patoja Targelia
- ¡Que va...! la precisa es la Profesora Mery, ella lo hace ganar a Dávila, cada que se lo propone, aseguró Mandrake.
- No creo que se deba recurrir a cosas del diablo - protestó, Chico Virgen, acólito consuetudinario del cura Díaz.
La situación se tornaba, cada vez más insoportable; la congoja lo mataba, no quería probar bocado. Hasta llegué a pensar que esto podría degenerar en suicidio.
Furtivamente y faltando quince minutos para las doce de la noche salimos con dirección a San Cayetano ¡¡Sí!! ¡¡Sí!! A la casa del Brujo Pelotas. ¡¡Créanme!! Solo la solidaridad con mi amigo me daba fuerza para no regresar. El ambiente era pesado, siniestro, terrorífico, se sentía la presencia del demonio. Inesperadamente asomó ¡¡El Brujo Pelotas!!
Vestía un pantalón negro y cubría el pecho con una capa morada, su aspecto era imponente, su voz grave, su hablar pausado.
- Paque les soy útil - dijo.
- Hemos venido porque atravesamos por una desgracia- Contestó, mi amigo, con una voz suave y muy baja, que a duras penas se lo pudo escuchar.
- Pon sobre la mesa 5O dólares y dime lo que quieras preguntar- replicó el brujo.
- “Querimos” saber el fin de una gatita, que se nos perdió ayer- solicitó el trabajador del volante.
-¡Ah…muy bien!!- se concentró e Brujo Pelotas, fumó un cigarro, trazó en la mesa algunos signos cabalísticos, invocó a no sé qué santo o demonio, para luego en un estado hipnótico pero con sobriedad y firmeza que armonizaban con la espeluznante gravedad de la voz y sentenció - Amigos, la gatita que ustedes preguntan, veo que no es perdida, no es robada. Es inútil que la busquen, la gatita murió envenenada.
Loja, agosto del 2003
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