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Sí, mi propio aliento me sabía a porquería
Y no había más que agregar,
los fragmentos de una bella vida
gradualmente se volvían más imperceptibles,
y el tiempo se estancaba en cada lágrima
que mis ojos derramaban, mientras, por dentro,
el sueño era un tedio interminable de las sombras
de días pasados e incoloros.
Aunque las voces proclamaban y nos hacían
creer en el aliento de un porvenir más manso,
mas tierno, más cálido, era fácil vislumbrar tantas penas
en una sola alma, tanto desconsuelo en la lluvia del atardecer.
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Hoy, hoy tu pecho se me abre,
regalándome el consuelo, obsequiándome la protección
ante estos locos días y esta era acelerada
llena de emociones tranvía, y aves que no le cantan al sol.
Yacen, sobre la falsa gloria de este mundo
las ruinas de un pasado aun mas místico
pero igual de ruin,
y las tormentas ya no crujen
y el colibrí ya no enamora,
pero tu mano y la mía,
bajo esta aurora se fusionan,
y recrean la armonía
y exterminan la neblina,
y cada nube negra si por la bóveda desfila.
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Deseoso de palpar un cardumen de esperanza respiro,
y voy detrás de la olla de oro
que duerme y espera
al final de tu arco iris sin color.
Cada rayo de sol mi oído hoy penetra,
cual sinfonía de Bach,
cual tu hermosa verdad
como un oasis en el ocaso
de mis pensamientos,
amortiguando cualquier probable caída,
adormeciendo el dolor,
suave dolor, eterno dolor,
efecto secundario de la vida.
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