Hay hombres capaces de trabajar toda una vida poniendo sellos para invertir su pensión en una huerta a la que prender fuego.

Hombres para quienes el único motivo que podrían tener de estudiar arquitectura sería con el fin de dinamitar los edificios que levantaran.

Pienso en esos legionarios romanos embarcados en guerras por todo el Mediterráneo para acabar naufragando en una parcelita donde levantar una granja. Pienso en su pecho reventando de rabia, a punto de desgarrarse por los remiendos practicados por galenos, tratando de consolarse con la idea de haber sobrevivido, que él al menos llegó allí mientras muchos otros se hundieron. Y sonríe con una mueca de espanto tomando con fuerza la azada y deseando atisbar una horda bárbara asomando por la colina.

Hombres que debemos colmar la copa del odio para superar nuestra calma y retomar el camino.