Así se llamaba, lo habían ubicado al filo de la vía a la Península en esos arenales pobres y desolados en la proximidad al mar . Nacho fue el que sugirió quedarnos unas horitas arguyendo – Esos ranchitos son súper para hacerle a unas “ pescuezonas” (cerveza) y uno que otro picadito de pescado fresco- No se diga más , maltrate el freno señor chofer…!!! Efectivamente en las últimas horas de la tarde nos instalamos en el Torito Negro. La negra Belzabeths salió al encuentro, tremenda negra de unos 50 años, ojos de ébano, labios rojos y carnosos. Las prominentes nalgas de la negra inspiraron a Max, que atinó a decir - Lindo culo pa´ altar, cabe un santo y par de velas-
Pescuezonas vienen, pescuezonas van y la negra no paraba de contar sus vueltas la república por los mejores cabaretes, decía. Entrando en confianza y en efecto las pescuezonas, nos confió que el amor y su viveza son lo que la tienen – en este rancho pobre, pero honrado- El amor a su negro Colacao Obama ex reo de la Peni del Litoral, quien la sedujo por su seriedad, su humor de perro amarrado y sobre todo por el tremendo hueso que Dios le puso cuando le encargó administrar y alegrar las negras. La viveza porque ya era hora de pensar en el retiro, en colgar los bártulos del oficio y dedicarse al buen vivir.
Como dicen en nuestra tierra, al buen músico el compás le queda, la negra empescuezada bailaba cumbias de antaño, primero, luego al son de ritmos afro, sensual y frenética gritaba – hoy me tiro a estos serranos, de lo contrario, dejo de llamarme Belzabeth Cajiao- La totalidad de los amigos presentes se preocuparon, luego, los más solidarios decidieron que no permitirán, por ningún motivo, que la negra pierda su refinado nombre.
En uno de mis regresos del improvisado baño, un recipiente plástico luego una ajetreada cortina de lienzo. Pude verlo tras unas apiladas cajas de cerveza, recostado sobre la hamaca y perdido en una bola de humo. Era un descomunal negro , un elefante acostado, me miró con desconfianza y dando evidentes muestras de molestia por haberlo encontrado me lanzó una bocanada de humo y desapareció.
Debió haberme asustado el negro Colacao Obama, porque tan pronto que tomé asiento junto a la mesa de amigos y presidida por la negra Belzabeth , todos preguntaron qué es lo que me ha sucedido, qué es lo que ha pasado. Un poco sereno, ya más calmado pregunté a la negra que quién era el señor – es mi negro, él sabe de su oficio- Ya no fue lo mismo, mi entusiasmo y alegría amainaron, no dije nada para no inquietar a los amigos.
Entradas ya las primeras horas del alba y cuando las aves cantan al nuevo día, empezamos a despertar con el típico malestar tras una noche de desmadre, de jolgorio. La negra Belzabeth dormía “patas arriba “ en un rincón del rancho. El gigantesco parlante, proporcional a sus dueños, que había quedado funcionando toda la noche emitía música estridente a decibeles criminales, literalmente nos partía el cráneo. A Viche Costa le supliqué que vaya donde Colacao Obama y le pida, apagar o por lo menos, bajar el volumen del maldito parlante. Para el caso le indiqué el lugar donde encontrarlo.
Cuando lo vimos al negro Colacao Obama emerger de entre las cajas de cerveza se nos erizó la piel, nos quedamos mudos, atónitos, estupefacto, pasmados. El cuchillo que llevaba el gorila en la mano izquierda era reluciente, filudo, aguzado de los dos lados y puntudo. Los que tuvieron valor para escapar lo hicieron raudos, veloces; dejando a su paso mesas, botellas, vasos rotos y desparramados. A los que las piernas nos traicionaron y no atinamos a movernos un milímetros, pudimos ver como el buen Colacao trataba de poner la punta del cuchillo en una pequeña ranura del equipo de sonido que había perdido su original perilla que le permitiera bajar el volumen. |