Un País Lógico
Hace unos días, me encontré con un viejo amigo al que hacía tiempo había perdido la pista, y después de los saludos de rigor, y de los comentarios típicos entre dos personas, que hace tiempo no se ven, me conto, que ahora estaba escribiendo un ensayo; no me extraño, porque él siempre había sido, digamos, muy amigo de la ficción.
Me conto, que aunque no le había terminado del todo, de lo que si estaba seguro era del título, le llamaría Un País Lógico.
Después de insistirle un buen rato para que me contara en primicia algo de la trama, conseguí que me esbozara, muy ligeramente algunas de las ideas que estaba desarrollando.
“Tratará”, me dijo, “De un país, que se llamara País Lógico, y que será como deberían ser ahora, y que pretendo sea la referencia futura para que algún día todos sean así, en el todos absolutamente todos sus habitantes cuando nacen tendrán acceso por igual, a todos los derechos, y privilegios de la sociedad”, pero no teóricamente, me aclaro, sino de verdad, y continuo, “Acceso a una enseñanza común igual para todos, una renta económica, facilitada al nacer por el estado, seguridad social universal, medicinas gratis, leyes igualatorias y sin privilegios, y exquisita, y muy cuidada protección a la vejez”
Y continuo contándome, que había pensado, que todos los habitantes de ese país serian formados en forma gratuita en las disciplinas o enseñanzas que eligieran según sus gustos y capacidades, y que cuando llegara el momento de desempeñar un trabajo, este sería retribuido adecuadamente al esfuerzo que aportaran, y con diferencias salariales muy pequeñas entre unos y otros, así, cada uno, se dedicaría a lo que más le gustara, y estuviera más capacitado, nadie trabajaría pensando en el dinero, sino en su satisfacción personal, el afán de lucro desmedido no existiría, y el país nunca sufriría ni de explotación a los trabajadores, ni de paro.
Al llegar a ese punto, le pregunte “¿Pero cómo se va a proteger ese país de la gente que no se quiera esforzar, o que decida aprovecharse del sistema?”, “No, no”, me contesto, “Eso será imposible, porque todos sus habitantes, habrán sido educados en el esfuerzo, no conocerán lo que es egoísmo, y todos querrán siempre colaborar, pues habrán sido formados en la bondad, y en el amor a los demás”
Ya me estaban dando ganas de cortarle e irme, pero estaba tan entusiasmado contándome el argumento, que continúe escuchando.
“Mira”, me dijo, “En el País Lógico de mi ensayo, sus habitantes no tendrán ningún sentimiento de violencia, no existirán policías, si acaso consejeros sociales, no existirá el racismo, todos se consideran iguales, no habrá violencia de género, serán tolerantes ante todas las diferencias de orden religioso o de tendencias sexuales, no sabrán que es el abuso o el aprovecharse de privilegios, y tendrán una ilimitada capacidad para entender los diferentes puntos de vista de los demás”
Y, siguió, “Todos los ciudadanos, serán siempre felices, porque siempre se plantearan que la felicidad viene de no desear bienes materiales, de adaptarse a sus posibilidades, y de tratar de ayudar a los demás”
Y, sin apenas pausa continuo, ”No existirán gobiernos regidos por políticos, los gobernantes serán elegidos por votación popular cada año entre las personas que mas hayan destacado por su inteligencia, su bondad, su capacidad de comprensión, y su positividad, es casi seguro que los gobiernos siempre se formaran con filósofos, historiadores, artistas, pensadores y desde luego ancianos, con experiencia sobrada”
Y, antes de que pudiera contestarle acabo diciendo, ”Piensa, que los habitantes de mi País Lógico, no sabrán lo que es la corrupción, la avaricia, la mentira, y la codicia”
Al llegar a ese punto ya no pude mas, y le dije, (posiblemente en mal tono). “¿Pero no ves, que eso es una entelequia, un argumento irreal, un imposible, una quimera?, nunca habrá un país así, nadie te creerá”
Y entonces, se me quedo mirando y me respondió.
“Ah, se me olvidaba en mi País Lógico, tampoco habrá descreídos, derrotistas y personas negativas como tú”.
Fernando Mateo
Febrero 2016