..." Hacía muchos años que estas tierras habían sido ocupadas por las más diversas razas y pueblos que en su afán por conocer nuevas tierras en las que hacer de sus vidas algo más placentero habían venido aquí a desembocar. Y muchas habían sido las razas, como tantas sus creencias y saberes prácticos(con los que se enfrentaban a los "otros", a los de diferente color de faz, a los que era menester sojuzgar so pena de ser sojuzgados por ellos) que habían venido aquí a dar.
Durante mucho tiempo se logró una convivencia basada en la circunstancia milagrosa de ver reflejado en la retina de todos más los elementos comunes que las diferencias que no obstante, hasta aquel momento, aun siendo menores habían prevalecido por el contraste debido a ser manifestación exterior.
Con el tiempo se estilizó la disociación y se hubo de tomar partido entre lo exterior o lo interior, entre la apariencia o la realidad material, entre la forma operativa o la verdad. Húbose de dar cabal opinión sobre la verdad a través de dos instrumentos a su vez reflejo de dos mentalidades distintas que finalmente quedaran enfrentadas por las armas: confianza "versus" desconfianza. Había que tomar partido, en consecuencia, entre dos mentalidades que ahora se presentaban como excluyentes cuando habían demostrado su compatibilidad. En la práctica la disyuntiva se planteó en la determinación de la cabeza sobre la que había de colocarse la corona de Castilla: la hija del rey o la hermana(haciendo a la esposa de Enrique IV bisagra sobre la que habría de girar la legitimidad, desechándose a la postre, por la fuerza de las armas, la presunción de que es hija de rey el fruto del pa rto, prevaleciendo lo exterior, la apariencia ( sobre la base del instrumento de la desconfianza), el pensar mal ( como se encorseta en fórmula de tres palabras), el juicio de Salomón; en definitiva: lo formal- operativo sobre la lentitud del descubrimiento de la verdad.
Quien en esos tiempos era señor de nuestra villa, junto a otras muchas, el Marqués de Villena, habíase decantado por el bando que en última instancia resultó perdedor( a diferencia de los hijosdalgo de la villa que como consecuencia tanto aquéllos como ésta obtuvieron el favor de la reina) y como castigo se le prohibió usar montura en todas las villas de su señorío partidarias de Doña Isabel de Castilla, al haber preferido sobre la opción que le planteó la reina mantener la espada y el arnés sacrificando la cabalgadura.
No faltaron entre los pobladores, de cierta alcurnia, burlas sobre el descabalgado Marqués permitiéndose incluso, osadamente, lanzarle inmundicias a su paso sin otro aviso que el de "agua va". Con todo- y en este tema nuestro padre hacía el parangón- las doncellas de postín casaderas pasaron de suspirar por el Marqués a su desdén del que decían semejar más chico "de que no se veía aupado a rocín".
El joven Marqués vagaba de arriba a abajo por la calle principal haciéndose a un lado a los "agua va" buscando inspiración con que salir airoso del trance en que su fidelidad lo había envuelto incluso en la contestación que había dado a la reina al haberse por los fierros decantado pues era de la opinión que la intuición revelada en las palabras espontáneas era tan válida como la más sesuda de las razones. Las palabras de Doña Isabel repicaban en su cabeza:..."al escoger el arma sobre el rocín has demostrado la coherencia de quien se decide por las cosas sólidas sobre el brillo de lo aparente y vanal..."
A Don Iñigo se le ocurrió bruñir de tal forma el arnés que por la dirección del pulido estilizaba las figuras de quienes se reflejaran en él a su altura y achatar la de quien lo acometiera a caballo o se reflejase desde cualquier altillo como podía ser un balcón.
Y de esta guisa arrastró consigo el espíritu de cuanta doncella acudió al poderoso reclamo de cuatro caballos alazanes que con sus cascos sobre el empedrado suelo descendieron desde la plaza de armas toda la arteria principal tirando de la carroza en la que iba de cochero el del bruñido arnés pues nunca lucieron más bellas que en aquel instante fugaz sobre el pulido metal".
" Sea por ello que se oiga- terminaba nuestro padre- el dicho: como el Marqués de Villena te veas, que de tanto querer saber quedó encerrado en botella; y sobre todo que al anterior se apostille: mas con cien doncellas dentro de ella".
Con lo último nuestro padre quería refutar incontestablemente todos los argumentos que contradijesen la veracidad de la historia y aunque nadie había escuchado la apostilla segunda tampoco se puso en entredicho (quizá por hecho tan baladí como era el de que rimara).
|