Dulce melodía interior
Sana y limpia de mi rostro
Las cristalinas lágrimas del desamor,
Tengo fría el alma y quisiera escribir
Pero tal dicha será un exagerado precio por pagar.

Adiós,
Que tengas suerte,
Te deseo lo mejor,
Tengo un nudo en la garganta
Y la tristeza me acobarda,
Me duelen estos ojos
Con los que a tu primitiva humanidad contemplaba.

No rescribiré sobre injusticias
Ni de temáticas que carecen de nobleza,
Pues es un sentir constante
Bajo las precipitadas carencias
De noches en penumbras y siniestras,
Que ya le he clamado piedad
A la divinidad y a la providencia.

Te dejaré ir amor que has horadado en mi vida,
No te he permitido ser ni engrandecer,
Son mis miedos, mis tormentos austeros
Que me llevarán a un exilio solitario
¡Y no hables de merecer o de fortuna!,
Hay algo en mí que jamás hallará su reparo.

Cruel sortilegio
De un alma revivida con ancha grandeza
Y sobrevivida en escasos templos
De infectas miserias
Y de una singular extrañeza sin reticencias.

¡Dime!,
¿Si acaso valdrá la pena
Tanta intensidad en mis quejas?,
¿Si acaso hallaré lo que busco?
Bajo los versos deformados que me han llevado a una entrega conflictiva
Y de arbitrariedades nocivas.

¿Acaso no lo ves?,
Si me he rendido a la insania de mis demonios
Que han desbordado la perversidad de sus proezas
Dentro de la tinta con la que te observan estos ojos.