Es triste cuando el clamor popular es deseo ido, cuando las gentes que tanto han luchado, que tanto se han sacrificado, son relegadas al final del pasillo, a la esquina más obscura, de la ciudad más lúgubre.

Cuando el llanto desgarrador de un niño desnutrido, cuando la mirada cabizbaja de una joven abusada, cuando el rostro demacrado de un hombre sin esperanza, es violentamente ignorado, todo parece perdido.

Sin embargo, ¡Aún hay esperanzas! ¿No lo escuchas? Una voz imponente, con el brillar multicolor de cuerdas vocales desgarradas por la miseria, con la potencia de una garganta que vuelve a nacer, de las grietas de la melancolía. Se alza con la fuerza de millones de hombres y mujeres, que buscan justicia, que añoran vivir en un mundo libre de mentiras, de corrupción, de flagrantes, de aberrantes violaciones a los derechos humanos y constantes burlas a la libertad.

Siempre con la frente en alto, nunca con la cabeza gacha. Nuevos vientos, nuevas esperanzas, deseos de una sociedad feliz, se acercan a pasos agigantados, nada ni nadie podrán detenerlos.

Ha llegado la hora de arrancar las cadenas de la opresión, de escapar de la cárcel del dolor.

Nunca con la cabeza gacha, siempre con la frente en alto.