Y corrí...

Corrí y corrí bajo la lluvia, con esa frustración intensa dando tumbos en mi pecho, oliendo la tierra húmeda y aspirando profundo el aire frío del invierno.
Corrí detrás de tu sombra, de tu cobardía, de tu intermitencia, corrí detrás de tus miedos mientras lloraba los míos y te abandoné...
...Te abandoné en cada árbol desnudo y te insulté en cada hoja seca que ultrajó mi paso...

Al aire libre y sintiendo que me asfixio mi respiración se transtorna y me obliga a detenerme, a contenerme en la noche y sus luces amarillas, mientras la soledad entre estos cerros me aplasta, me tortura y arde en los infiernos de mi vientre.

Este invierno no hay tregua, no hay sosiego. Y es que al final del mundo el viento no te abraza, te vigila como un espíritu maldito que clava su mirada sobre el centro de tu pecho atenuando la ausencia, el vacío, el dolor...

No estás, no estarás y nuevamente partiré de otra ciudad sin ti.


...


Algún día pensarás qué fue de mi...
Y como polvo, mi nombre se pegará entre tus dedos.
Yo volveré
detrás de tus ojos,
en imágenes difusas,
inalcanzable.