Dos paredes me apartan,
de las cañas mecidas por el viento
y del refugio de gorriones somnolientos,
dos paredes que no me dejan ver,
el cielo consumiéndose en sus llamas,
el derrumbe de las almas perdidas en mi corazón,
la vigilia de las curiosas estrellas nacientes
Olvido dentro de mi olvido,
se desfiguran los rostros
de los difíciles años pasados
y las lágrimas saladas que mis ojos han minado,
vienen desde muy lejos,
de la parte más profunda y dulce que hay en mi
Dos muros que se alzan al cielo,
me recubren y protegen
pero también me enceguecen,
con sus dientes de vidrio en la cima,
con sus grietas trincheras de arañas,
dos paredes me apartan del mundo
y del sagrado pastizal de los suelos sin cal
Y más ahora que oscurece,
se me escurren entre los cimientos los recuerdos,
ya una hora más, ya una hora menos,
mas da igual los minutos son siglos enteros,
y en la espera de la soledad
y el gobierno del silencio,
trogloditas se convierten mis penas,
ansiosas de un abrazo e inestables,
me repito “no hay consuelo”
y enajenadamente, cierran la boca
Dos paredes que dan a la ventana
de mi casa humedecida y destartalada,
me protegen, dan seguro,
pero al fin son tan solo velos duros,
que me mantienen vivo
y no dejan vivir
Dos paredes, y la calma,
ha llegado el momento que me mata,
el cerrar las ventanas,
el correr las cortinas y dormir,
yacer en los sueños más profundos,
aquellos que todo el mundo sueña
y que pocos lo pueden admitir.
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