Como si existiera un cordón umbilical
un tropel de hombres marrones
danzan al acecho de aquella
que los expulsa para siempre de su cercanía.
Ella intenta marchar como una señorita
y su andar intimida a los hombres marrones
que no logran alcanzarla.
Ya no los quiero. No. Les grita.
A más de uno algo se le olvida, tal vez su alma oscura
o ese colador que tienen bajo del pescuezo
al que llaman corazón. Si lo llaman.
Como quisieran tener más brazos y más piernas
para alcanzar a la que se les escapa,
pero solo tienen una certeza,
la juventud definitivamente se está marchando.
Texto agregado el 22-07-2016, y leído por 176
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