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Inicio / Cuenteros Locales / Arenyndriel / La hija de la guardiana de la torre

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Había una vez, en una no muy lejana no desconocida región, una pequeña cuya madre tenía un muy importante oficio: era la guardiana de la torre. Pero, ¿Qué torre era esa? Buena, era una de mucha relevancia, pues dentro de ella se almacenaban todos los libros y documentos que contenían valiosa información para ese lugar y sus habitantes. El trabajo de aquella mujer aglomeraba una serie de diversas actividades menores, que iban desde ordenar todos los textos de la construcción hasta mantenerla bien aseada; pasando, claro está, por recibir a todos aquellos que, por cualquier motivo, quisieran acceder a la información que albergaban esos documentos.
Y es que había muchas personas que iban a la torre para consultar la enorme cantidad de datos que resguardaba. Ya fueran estudiantes curiosos que pretendieran realizar una tarea académica, o eruditos y literatos que desearan saciar su sed de sabiduría y aventuras.; todos acudían a ese punto del pueblo para leer aquello que necesitaran. Algunos inclusive pedían ciertos manuscritos en préstamo para llevarlos a sus casas y finalizarlos con mayor calma; lo que la guardiana les permitía siempre y cuando cumplieran una serie de reglas, con las cuáles se aseguraría de que aquello que salió de su protección habría de retornar a esta. Aunque hubo algunos que no devolvieron lo prestado ( lo que siempre era lamentable), la mayoría eran honrados y esos textos llenos de saber habrían de permanecer mucho tiempo más en la torre.
¿Y qué hay de la hija de esa buena mujer? Pues cuando ella llegó al mundo, su querida madre ya llevaba bastante tiempo ocupando tan trascendente cargo, y como no vio ningún impedimento para que su pequeña pudiera acompañarla, ella la llevaba a al torre mientras desempeñaba su labor. Así las cosas, esa niñita creció rodeada de libros, pergaminos y manuscritos; los que despertaron su curiosidad desde que tuvo uso de razón, y tan pronto pudo alcanzar los estantes donde se hallaban, comenzó a hojearlos cuidadosamente, sin saber todavía lo que esos símbolos y líneas pretendían expresar. Con el paso del tiempo, la guardiana envió a la pequeña a la escuela, y ahí ella aprendió a leer y escribir; siendo entonces que todos aquellos símbolos adquirieron al fin un significado, lo que incrementó la fascinación de la infante por el contenido de la construcción donde tanto tiempo había estado. Y de ese modo, la hija de la guardiana empezó a leer y a llenarse de un conocimiento que la harían única entre los suyos.
La chiquilla no tenía muchos amigos. En la escuela, los otros niños, ya fuera por su gran imaginación y sapiencia, envidia o mero deseo de producir daño; se burlaban de ella, la humillaban, la insultaban e incluso la golpeaban. La vigilante presenció incontables veces como su pobre hija regresaba a sus brazos llorando, cubierta de tierra y heridas. Menospreciada por la gente de su edad, esa niñita se refugiaba en el mundo creado por su vasta imaginación, en donde podía jugar sola sin esperar a que nadie la invitara o en donde nadie la lastimaba o la hacía sentir inferior, pues todos ahí la querían sincera y desinteresadamente. También buscaba un alivio de su triste realidad en los libros que su progenitora le facilitaba. Ahí, leyendo alegres y fantásticas, la hija de la protectora halló consuelo y desarrolló un ansia por saber más de otros mundos, otros personajes y otras historias. Con los años, prosiguió con sus lecturas y hasta consultaba libros para gente un tanto mayor que ella, que demandaban un buen nivel de concentración y comprensión.

La niña dejó de serlo hace mucho tiempo, al igual que la guardiana se retiró de ese oficio hace unos años. Pero la infante ahora es una mujer que no ha abandonado su pasión por la lectura; de hecho, ella misma ahora se dedica, de vez en cuando, a escribir sus propias historias, extraídas de su mente, para entretener e incitar a otros que leen, como ella lo hizo siendo muy chica. Y no sólo eso: le agradece infinitamente a su progenitora por haberla llevado a su sitio de trabajo, y haber forjado a la persona que es hoy en día.

Texto agregado el 16-07-2016, y leído por 92 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
22-07-2016 Un relato muy personal y lleno de pequeños detalles filiales. Bien. Un placer leerte. Saludos. maparo55
17-07-2016 Interesante texto. Coincido con el anterior comentario, hay que corregir algunos errores (tiene solución). Por lo demás, muy bueno. Felicitaciones. 5* dfabro
17-07-2016 corrige algunos pequeños errores seroma2
 
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