Conozco todas tus cosas, aún las más íntimas.
Muchas de ellas afloran en lo poco profundo,
otras, como en todos, tienen su hondura.
Todas ellas traquetearon caminos y abismos,
la piel, la memoria y la carne recuerdan
con los dientes apretados y rechinando,
aún bajo esa sonrisa que, como un tatuaje, arrastras.
Tus cosas son simples como castillos de naipes
y también piden un nombre y un hombre.
Por eso ya no preguntes, no huyas, no escapes,
siempre pegadas al cuerpo irán tus cosas,
mudas, dibujaran punzantes tus formas,
eso todos ya lo hemos pasado. Y seguimos.
Con un aliento saltando de lo profundo,
con la cabeza apoyada sólo en sueños. Viviendo.
Abriendo ventanitas con cristales polvorientos,
en un círculo íntegro continuamos viviendo.
Todo parece algo mucho para una sola vida,
hasta el amor, que como una cicatriz,
se nos queda por momentos, pegado en el cuerpo. |