Se agota siempre el día detrás del promontorio,
y mientras tiñe el cielo con tinta evanescente
escucha la llegada de un coro que inminente
entrega cada noche su extenso repertorio.
Las ranas se apresuran a dar sus serenatas,
algunos grillos mansos exhiben sus compases,
y el horizonte oculta su fuego en mil disfraces
dejando un rastro intenso de tonos escarlatas.
Tras la penumbra a veces perdida en la neblina,
audaz la luna blanca se asoma unos instantes,
y luego entre las nubes de a poco se adivina
su luz tan suave y tibia que nadie logra verla.
Entonces las estrellas que lucen muy distantes,
con sus reflejos de oro, consiguen encenderla.
Texto agregado el 14-07-2016, y leído por 266
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Genial, que descripción tan magnifica. saludos desde elsilencio
14-09-2016
que bueno reencontrarse con estas letras que en su momento uno perdió seroma2
15-08-2016
Un texto digno de tener muchas lecturas ya que es de tal belleza que embriaga.
Me ha gustado demasiado y he vivido cada palabra Glori.
Miles de *****s
Victoria 6236013
18-07-2016
Cerré los ojos y observé lo que dicen tus versos. elpinero