Me fascina la forma tan extraña en que se puede llegar a un libro, ya sea para leerlo de inmediato (si está olvidado por ahí en algún anaquel de casa), comprarlo a la primera oportunidad nuevo o usado, o conseguirlo cuando menos prestado o robado.
Siguiendo con la lectura de las “Obras reunidas” de Efrén Rebolledo, encuentro en una narración titulada “Nikko” (una ciudad donde el escritor pasó un verano durante su función diplomática en Japón), la referencia a una diversidad de animales que aparecen adornando pabellones, pilares, arcos, frisos y templos japoneses. Así, elefantes, leones, unicornios, fénices, tigres, monos, perros y bakus, se encuentran indistintamente en todos estos sitios, como muestra fehaciente de la habilidad de los artesanos del Japón.
Me extrañó el nombre de “bakus”, ¿qué tipo o clase de animales eran?... En una línea del texto de Rebolledo, éste se refiere a ellos de la siguiente manera: “En los topes de los pilares sobresalen enormes cabezas de elefantes y de bakus, los legendarios monstruos que devoran las pesadillas”. Con la curiosidad desatada ante tal aseveración, buscando en la Red encontré en la Santa Wikipedia, un grabado de este fantástico animal y alguna información: “Los baku (comedores de sueños) son seres de la mitología japonesa generalmente descritos como quimeras, con la cabeza de un elefante y el cuerpo de un león; o con la cabeza de un león, el cuerpo de caballo, la cola de una vaca y las piernas y patas de un tigre. Alternativamente estas criaturas, pueden parecerse mucho a cerdos y su color varía desde negro a rosa. Los baku, están considerados como animales benignos, que se comen las pesadillas y los malos espíritus; ayudan al que sueña a librarse de ellos y tener sueños tranquilos”.
En la misma información hay abundantes referencias sobre libros, series de tv, juegos electrónicos, consolas de juego, pelis, canciones, etc, donde los baku aparecen. Entre ellas, se hace mención del libro “The Sandman: Los cazadores de sueños” de Lars Kepler, donde estos seres mitológicos se comen los malos sueños que acosan al protagonista. Novela negra, de intriga, de terror, se hace necesario llegar a ella para descubrir sus secretos. Es aquí cuando entran más las ganas de leerlo, comprarlo, pedirlo prestado, robarlo o hacerse de él de cualquier otra forma.
Me quedo sorprendido de cómo, de la lectura de un texto escrito en mil novecientos diez por un escritor mexicano, se puede llegar casi sin proponérselo, hasta el descubrimiento de una novela sueca contemporánea (Editorial Planeta, 2014). Ahora no queda más que un camino a seguir: obtener el libro de Kepler, de cualquier forma que se pueda.