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LA PLAYA
Es la única playa que no tiene costa, no tiene gente de color, no hay negras vendiendo frutas, no tiene arena, ni tampoco agua, ni mar, es una playa especial, a donde todos los socotenses van a cada rato, pero no a bañarse, ni a disfrutar de las olas, ni a exponerse al sol para broncearse, ni a montar en lancha, ni a ver los pescados de colores, ni a comer pescado, sino a dar una vuelta, es decir, después de la misa, de pasear por el parque, por la plazuela de los huevos, por la loma, por los tanques, por el guarrús, por la gruta, después de jugar micro o baloncesto, de jugar billar, de esperar el bus de Expreso Paz de Río, el 210, o el 50, o el 240 o cualquiera, lo importante, era estar en la plazuela para mirar quien llegaba, o si el conductor o el ayudante eran amigos, o si llegaba el periódico el tiempo para que se lo dejaran a algún muchacho para venderlo y así ganarse unas monedas.
Cuando descendían los pasajeros, ya fuera a las 12 o a las 5 de la tarde, siempre se quejaban de la incomodidad, de que venían de pie, de que las maletas se las echaban encima, de que el señor de las herraduras de Coscativá, venía fumando cigarrillo Piel Roja sin filtro y votaba esa bocaradas de humo que inundaba todo el bus y no valía abrir las ventanas para que se airará el carro.
A la playa, llegaban los ancianos, que apenas podían moverse, dándose la vuelta para que se le calentaran las coyunturas, o los mayores con sus novias, o los estudiantes cruzando para ir al colegio, o los enfermos para ir al centro de salud, o el cura rezando las plegarias llevando los difuntos al cementerio.
También visitaban la playa los muchachos pequeños, los niños de la escuela y los amigos citadinos que llegaban al pueblo de vacaciones.
Estos pequeños, formaban grupos hasta de 15, con los cuales se jugaba a las fieras. Las fieras en una playa, pero no eran animales salvajes, las fieras eran los mismos niños.
En este sector del pueblo, por los años de la década de los 70, no había construcciones, en un perímetro limitado por la carretera que va a Jericó hacía el occidente, por el zanjón al norte, por la escuela de niños al sur y por una finca al oriente.
En esta finca, que no se sabía de quien era, nadie decía nada, nadie prohibía nada, en una cerca larga de piedra en algunos sectores, en otros eran cultivos de alfalfa y en otros lados arboles de sauce o de muelle. Por ahí cerca vivía un señor que le decían el panadero.
Los muelles que habían en la playa, no eran esos donde atracan las embarcaciones; no, eran arboles muy grandes y sus ramas se extendían hasta encontrarse con las ramas del otro árbol y estas se entrecruzaban por toda la cerca. En estos era donde se jugaba a las fieras.
Las fieras era un juego que se hacía por todos los arboles de muelle y consistía, en que uno de los muchachos que había sido designado por los otros, estaba en tierra y el resto se subía a los árboles.
Cuando estos decían ya, empezaba a subirse a los árboles en busca de sus compañeros y estos para no dejarse tocar con la mano o con el pie, se votaba de rama en rama como una fiera, si algún muchacho tenía contacto con el que lo estaba persiguiendo, tenía que bajarse del árbol, taparse los ojos y esperar a que le dijeran ya, y salir a perseguir a sus amigos. Así podía pasar toda la tarde o todo el día, dependiendo de la hora que se haya iniciado el juego. Muchas veces allí llegaban las mamás, pero no a jugar, sino a llevar a los niños a desayunar o a almorzar.
Entre juego y juego, se aprovechaba para pajarear, todos los chinos, tenían una cauchera, con la que cazaban pájaros pechirrojo, pechiamarillo, azulejos; bobillos en tiempo de invierno, así se le llamaban, porque eran pájaros migratorios, tan grandes como una paloma, pero eran bien bobos, había por montones.
El enemigo de las fieras era la policía, porque si la policía les llegaba a ver las caucheras, se las quitaba, porque decían que con esa flecha rompían los vidrios, las tejas y los bombillos del alumbrado público. El que se dejara coger de esas fieras, se lo llevaban para el comando de la policía y lo ponían a barrer o a virutear y al que se pusiera cansón lo metían con todo y ropa a las duchas.

Texto agregado el 13-07-2016, y leído por 88 visitantes. (1 voto)


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