-¡Eres un encanto de persona!
¡Eres tan aplicada en el Instituto, mi niña!
¡Deja el llanto, no sé qué pena te aflige!
Déjame tomarte la temperatura, pues no, tienes un cuero fuerte y lozano.
¡Deja el berrinche, debes prepararte para la vida que nadie querrá a una diabla triste!
-No señora, usted no comprende el encanto y la sensualidad perversa que escarbo. Usted no desearía verme el rostro al regresar de aquellos lugares donde tal travesía no se la deseo a nadie.
Usted no sabe, que el intelecto será pura habladuría y ornamento cuando la tristeza me agarre por el cuello y la soledad me de mi escarmiento. Pues dígame,¿De qué me servirá acumular tanto conocimiento si tengo el corazón desecho?
Señora no me tome la fiebre, ese banal objeto es escatimoso para dar cuenta del padecer afiebrado que retuerce mi alma. Deje apaciguarme el ardor del daño con el bálsamo del llanto, deje en paz mis penas que a usted no le competen, ¡BURDA MENTE!
Señora, soy una diabla triste y eso me enorgullece, quien tiene de aliado al sufrimiento podrá afrontar la tormenta con más entereza, podrá atravesar el desierto porque no hay Soledad más absoluta que la del propio templo, podrá sucumbir ante el naufragio de los tiempos apagados porque tocará tierra mientras haya vislumbrado la dicha del horizonte.
¡Váyase señora!, déjeme abrir y echar a volar cada emoción que me atraviesa como un puñal sobre la tierna carne. Déjeme vivir como me ha tocado y déjeme recibir la muerte con el latir agitado, en las frondosas madres selvas donde se recostó la conciencia a brillar bajo la esperanza de un nuevo Dios;
Dios y universo, pequeña flor del pasado que te llevas contigo lo que hubieras podido ser y fatalmente, te irás marchitando, desapareciendo del mundo, y hundiendo en la tierra tu desamparo.
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