No insistas. No tengo alma. Si alguna vez la tuve
la debo haber perdido en los vericuetos de la vida.
Si no me crees, si dudas, divide mi cuerpo en dos,
hurga en mis entrañas, bajo el corazón y el hígado,
remueve los riñones y haz a un lado todas las tripas,
analiza cada órgano y desmenúzalo, salva sea la parte.
Verás que allí no encuentras nada. No hay alma.
Remueve mi cerebro, si es que logras encontrarlo,
separa el bulbo raquídeo, el cerebelo y cada lóbulo,
raspa parietales, frontales, temporales y el occipital,
solo obtendrás polvo de hueso de escasa utilidad.
No hallaras dentro de mí, alma alguna. No existe.
Entonces deja de pedir que te quiera con el alma,
que es como rogar que con nada yo te quiera.
Confórmate con que te ame, con estas manos,
con este pecho, estos ojos y estos labios que lo dicen,
acepta que solo puedo quererte con carne, piel, huesos
y la sangre que los nutre. Todos ellos juntos y al unísono.
Pero eso de quererte con el alma. No se me da,
pues no la tengo, y de tenerla con seguridad solo tuya sería. |